La actividad volcánica de la isla es notoria, sobre todo en la parte oriental de la misma. Podemos dirigirnos a Furnas y ver las caldeiras humeantes y con intenso olor a azufre que proviene del agua hervida por el calor del magma. Comer mazorcas de maíz hervidas en ese agua sulfurosa es también una experiencia, así como beber directamente de las fuentes (frías y calientes) que se encuentran a pie de calle. En el pueblo de Furnas podremos comer un delicioso y abundante cocido, cocinado en un agujero en la tierra, sólo mediante el calor de la misma. Lo preparan para varios restaurantes y se puede ir a ver cómo lo sacan de la tierra para llevarlo a su mesa minutos después. Es preferible reservar. También podremos disfrutar de las aguas termales y medicinales de la Poça da Beija, adecentada hace un par de años para los turistas, aunque aún con el toque rústico y natural al que no renuncian. Hay una casa curiosa construida panza arriba que es en realidad un registro eléctrico.

Hay que tener en cuenta la posibilidad más que probable de tener las cuatro estaciones en un día, es decir, salir preparado para bañarse en la playa, ponerse el chubasquero y el paraguas, y por la noche una chaqueta o incluso abrigo para el frío.

Las ineludibles excursiones a la Lagoa de Sete Cidades, con sus dos lagunas, una de color azul y la otra verde, situadas en el cráter apagado de un volcán, o a la magnífica Lagoa do Fogo, espectacular desde el mirador, también pueden ser truncadas por una intensa niebla, que probablemente desaparecerá en poco tiempo.

La parte noreste de la isla (Nordeste) está conectada desde 2012 con el suroeste (donde se sitúa la capital, Ponta Delgada) por una autovía que evita la interminable y sinuosa carretera antigua, pero que también nos priva de la belleza de los parajes del interior y la magnifica costa, con sus miradores y merenderos.

En esta isla es el único lugar en Europa donde aún se cultiva té, en la parte norte, cerca de Ribeira Grande (Chá gorriana y Porto formoso. Tras la aniquilación a principios de siglo debida a una plaga de los cultivos de naranja de la isla, decidieron invitar a un maestro chino experto en el cultivo, recolecta y secado de la planta del té para relanzar la economía de dichas plantaciones.

En el sur de la isla tenemos Vilafranca do Campo y su Ilheu, un islote en forma de anillo (un volcán submarino del que asoman los bordes) y al que los azorianos (o micaelenses) gustan ir a pasar el día, bañarse y practiar submarinismo.

En la capital, Ponta Delgada, podemos ver las mejores muestras de la arquitectura local, basada en piedra volcánica negra para las estructuras contrastada con cal blanca para las paredes. El Museu Carlos Machado es también una visita muy recomendable en la isla por su fantástica museología y exposiciones, impropias de un lugar tan recóndito. La Iglesia Matriz o la de Sao José son obras de la arquitectura local muy bien conservadas.

En cuanto a la gastronomía, la carne es excelente, vale la pena ir a Alcides a probarla. La piña es un cultivo muy abundante en la isla, con sus famosas "estufas" o invernaderos que se pueden visitar. Un plato típico es la piña a la parrilla con morcilla.

También tienen un pescado delicioso, atlántico y fuerte, que cocinan sobre todo a la parrilla ( muy recomendables los pequeños restaurantes del puerto de la ciudad de Lagoa, a unos 10 km al este de Ponta Delgada)

El queso blanco con una salsa picante hecha a base de pimiento picante molido es aperitivo en cualquier bar y restaurante de la isla.