Baruch Spinoza
filósofo neerlandés
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Baruch Spinoza | |||||||||||
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«La dicha estriba en el tránsito a una mayor perfección». |
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Baruch Spinoza (Ámsterdam, 24 de noviembre de 1632 – La Haya, 21 de febrero de 1677) fue un filósofo holandés de origen luso-hispano sefardí.
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– Citas– Citas sobre Spinoza– Referencias– Bibliografía
Citas
editarC
editar- «Cada cual, por naturaleza, apetece que los demás vivan como él lo haría según su índole propia, y como todos apetecen lo mismo, se estorban los unos a los otros y, queriendo todos ser amados o alabados por todos, resulta que se odian entre sí».[1]
- «Comprender es el principio de aprobar».[2]
- «Como Dios es causa de sí mismo, basta que lo demostremos por sí mismo».[3]
D
editar- «Dado, pues, que la ley no es nada más que la forma de vida que los hombres se imponen a sí mismos o a otros por algún fin, parece que hay que distinguir ley humana y ley divina».[4]
- «Devoción es el amor hacia aquel que admiramos».[5]
- «Dios no tiene derecha ni izquierda, ni se mueve ni está parado, ni se halla en un lugar, sino que es absolutamente infinito y contiene en sí todas las perfecciones».[6]
E
editar- «El derecho natural de cada hombre no se determina por la sana razón, sino por el deseo y el poder».[7]
- «El deseo es la esencia misma del hombre, en cuanto se concibe determinada a actuar sobre algo, merced a cualquier afección dada a la propia esencia».[8]
- «El Estado más violento será aquel en que se niega a cada uno la libertad de decir y enseñar lo que piensa, y será, en cambio, moderado aquel en que se concede a todos esa misma libertad».[9]
- «El Estado que pone su máximo empeño en que los hombres sean conducidos por el miedo carecerá más bien de vicio que poseerá virtud».[10]
- «El fin del Estado no es convertir a los hombres de seres racionales en bestias o autómatas sino lograr más bien que su alma y su cuerpo desempeñen sus funciones con seguridad y que con ellos se sirvan de su razón libre y que no se combatan con odios, iras o engaños, ni se ataquen con perversas intenciones. El verdadero fin del estado es, pues, la libertad».[9]
- «El hombre libre en nada piensa menos que en la muerte, y su sabiduría consiste en una meditación no sobre la muerte, sino a propósito de la vida».[11][12]
- «El honor es un gran estorbo, ya que, para alcanzarlo, tenemos que orientar nuestra vida conforme al criterio de los hombres, evitando lo que suelen evitar y buscando lo que suelen buscar».[13]
- «El objeto de la Escritura no consiste en enseñar las ciencias, sino en inculcar la obediencia».[14]
- «El odio es la tristeza, acompañada de la idea de una causa exterior [15] [...] El odio surge también del simple testimonio, como lo vemos en los turcos contra judíos y cristianos, en los judíos contra turcos y cristianos, en los cristianos contra judíos y turcos, etc. ¡Cuán ignorante es, en efecto, la gran masa de todos éstos acerca de la religión y las costumbres de los otros!».[16]
- «El que se arrepiente de una acción es doblemente miserable e impotente».[17]
- «En el Estado democrático, donde todos deciden, de común acuerdo [communis consensus], vivir solamente según el dictamen de la razón».[18]
- «En el Estado o gobierno, donde la suprema ley es la salvación del pueblo y no del que manda, quien obedece en todo a la suprema potestad debe ser considerado súbdito y no esclavo inútil».[19]
- «Entre la fe o teología y la filosofía no existe comunicación ni afinidad alguna».[20]
- «Esclavo es quien esta obligado a obedecer las órdenes del señor y sólo busca la utilidad del que manda».[19]
- «Es sumamente raro que los hombres cuenten una cosa simplemente como ha sucedido, sin mezclar al relato nada de su propio juicio».[21]
- «Existe tanta diferencia entre las cabezas como entre los paladares».[22]
H
editar- «He cuidado atentamente de no burlarme de las acciones humanas, no deplorarlas, ni detestarlas, sino entenderlas».[23]
L
editar- «La alegría (o la dicha) es el paso del hombre de una menor perfección a una mayor».[24][25][26] y «La tristeza es el paso del hombre de una mayor a una menor perfección».[27]
- «La autoridad suprema para explicar la religión y emitir un juicio sobre ella residirá en cada uno, justamente porque es de la incumbencia de cada cual». Tratado teológico-político, cap. VII[28]
- «La esperanza es una alegría insegura surgida de la idea de una cosa futura o pretérita de cuya realización dudamos en alguna medida».[29]
- «La experiencia nos ha demostrado que a la persona no le resulta nada más difícil de dominar que su lengua».[30]
- «La mayor parte de los errores sólo consisten en que no aplicamos correctamente los nombres a las cosas».[31]
- «La paz es una virtud, un estado mental, una disposición constante en pro de la Benevolencia, la Confianza y la Justicia».[32][33]
- «La suprema ley es la salvación del estado, a la que deben responder todas las demás, tanto humanas como divinas».[34]
- «Las Escrituras suelen pintar a Dios a imagen del hombre y atribuirle alma, ánimo, afectos e incluso cuerpo y aliento a causa de la débil inteligencia del vulgo».[35]
- «Las ideas no son unas pinturas mudas sobre una pizarra; una idea, en tanto que es idea, incluye una afirmación o una negación».[36]
- «Lo único por lo que se distinguen las naciones entre sí es por la forma de su sociedad y de las leyes bajo las cuales viven y son gobernadas».[37]
- «Los hombres se creen libres por el único motivo de que son conscientes de sus acciones e ignorantes de las causas por las que son determinados». Ética, III, proposición II, escolio[38]
- «Los supersticiosos, que aprendieron a reprobar los vicios más que a enseñar las virtudes, y que se afanan no en guiar a los hombres por la razón, sino en controlarlos por el miedo, de suerte que antes huyan del mal que amen la virtud, no buscan sino que los demás se hagan tan miserables como ellos». Ética, IV, prop. 63[39]
- «Luego, una inteligencia que sea de hecho finita o de hecho infinita, debe comprender los atributos de Dios y las modificaciones de Dios, y no otra cosa».[40]
N
editar- «Nada hay, pues, más útil para el hombre que el hombre». Ética, IV, prop. 18, esc.[41]
- «Nadie, en efecto, podrá jamás transferir a otro su poder ni, por tanto, su derecho, hasta el punto de dejar de ser hombre; ni existirá jamás una potestad suprema que pueda hacerlo todo tal como quiera».[42]
- «Ninguna sociedad puede subsistir sin autoridad, sin fuerza y, por tanto, sin leyes que moderen y controlen el ansia de placer y los impulsos desenfrenados».[43]
- «Nosotros no nos esforzamos, queremos, apetecemos ni deseamos algo porque juzgamos que es bueno, sino que, por el contrario, juzgamos que algo es bueno porque nos esforzamos por ello, lo queremos, apetecemos y deseamos». Ética, III, prop. 9, esc.[44]
- «Nosotros no podemos demostrar por la razón si es verdadero o falso el fundamento de la teología, a saber, que los hombres se salvan por la sola obediencia».[45]
Q
editar- «Quien es llevado por sus apetitos y es incapaz de ver y ni hacer nada que le sea útil es esclavo al máximo; y sólo es libre aquel que vive con sinceridad bajo la sola guía de la razón».[46]
S
editar- «Según el derecho de naturaleza, nadie está obligado a vivir según el criterio de otros, sino que cada cual es el garante de su propia libertad».[47]
- «Si la potestad suprema prometió a otro hacer algo que, posteriormente, el paso del tiempo o la razón le muestra o le parece mostrar que constituye un obstáculo para la común salvación de los súbditos, no hay duda de que tiene que romper dicha promesa».[34]Tratado teológico político, III, 17.
- «Si nadie puede renunciar a su libertad de opinar y pensar lo que quiera, sino que cada uno es, por el supremo derecho de la naturaleza, dueño de sus pensamientos, se sigue que nunca se puede intentar en un estado, sin condenarse a un rotundo fracaso, que los hombres sólo hablen por prescripción de las supremas potestades, aunque tengan opiniones distintas y contrarias».[9]
- «Sin la ayuda mutua, los hombres viven necesariamente en la miseria y sin poder cultivar la razón».[49]
- «Sólo una salvaje y triste superstición puede prohibir disfrutar de los placeres. ¿Por qué no va a ser tan conveniente desechar la melancolía como apagar el hambre y la sed? Así pienso y así he decidido obrar. Ninguna divinidad, ningún hombre —salvo el envidioso— puede gozarse en mi impotencia o en mi desgracia, ni considerar como virtud las lágrimas, los sollozos, el miedo y las demás señales de impotencia interior. Por el contrario: cuanta mayor es nuestra alegría, más nos perfeccionamos y más llegamos a participar de la naturaleza divina. El sabio debe disfrutar de las cosas en la medida de lo posible; pero con moderación, para que no provoquen hastío». Ética, IV, prop. 45, esc. 2[50]
- «Son realmente Anticristos aquellos que persiguen a los hombres de bien y amantes de la justicia, simplemente porque disienten de ellos y no defienden los mismos dogmas de fe que ellos». Tratado teológico-político[51]
T
editar- «Toda idea que en nosotros es absoluta, dicho de otra manera, adecuada y perfecta, es verdadera».[52]
- «Todo cuanto deseamos honestamente se reduce a estos tres objetos principales, a saber, entender las cosas por sus primeras causas, dominar las pasiones o adquirir el hábito de la virtud y, finalmente, vivir en seguridad y con un cuerpo sano».[53]
Y
editar- «Y así en adelante, no cesarán de preguntar por las causas de las causas, hasta que te hayas refugiado en la voluntad de Dios, es decir, en el asilo de la ignorancia».[54]
Citas sobre Spinoza
editar- «Fue mediante la unión del amor a la verdad y el amor a la humanidad, junto con una completa ausencia de egoísmo, que él alcanzó una nobleza, tanto en su vida como en sus razonamientos, la cual no ha sido igualada por sus predecesores ni por sus sucesores en el reino de la filosofía».[55]
- «Nuestro amor a Dios –decía Spinoza– es una parte del amor con que Dios se ama a sí mismo. “¡Lo que Dios se habrá reído –decía mi maestro [Abel Martín]– con esta graciosa y gedeónica reducción al absurdo del concepto de amor!”. Los grandes filósofos son los bufones de la divinidad».[56]
- Antonio Machado (por boca de Juan de Mairena)
Referencias
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- ↑ Bartra (1994), p. 293.
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- ↑ Machado, Antonio. Juan de Mairena, sentencias, donaires y recuerdos de un profesor apócrifo (volumen I, 5.ª ed.; cap. VIII, p. 15).Editorial Losada, 1973.
Bibliografía
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