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Estado del bienestar

De Wikipedia, la enciclopedia libre
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Estado del bienestar, Estado benefactor, Estado providencial o sociedad del bienestar es un concepto de la ciencia política y económica con el que se designa a una propuesta política o modelo general del Estado y de la organización social, según la cual el Estado provee servicios en cumplimiento de los derechos sociales a la totalidad de los habitantes de un país.[1][2]​ El sociólogo británico Thomas H. Marshall describió el estado de bienestar moderno como una combinación distintiva de democracia, bienestar social y capitalismo.[3]

Como un tipo de economía mixta, el estado de bienestar financia a las instituciones gubernamentales para el cuidado de la salud y la educación junto con beneficios directos otorgados a ciudadanos individuales.[4]​ Las primeras características del estado de bienestar, como las pensiones públicas y el seguro social, se desarrollaron a partir de la década de 1880 en la industrialización de los países occidentales.[5]​ La Primera Guerra Mundial, la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial se han caracterizado como eventos importantes que marcaron el comienzo de las expansiones del estado de bienestar.[5]​ El estado de bienestar moderno surgió como una manera de superar la Gran Depresión de la década de 1930 bajo una forma de intervencionismo estatal para abordar el desempleo, la pérdida de producción y el colapso del sistema financiero.

Concepto

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El Estado del bienestar, en relación con los Derechos económicos, sociales y culturales, considerados como Derechos humanos, se define como:

El paso de una seguridad social solo para algunos, a una seguridad social para todos los ciudadanos, marca la aparición del Estado de bienestar. Los derechos de seguridad social, es decir, las pensiones, la sanidad, el desempleo, junto a los servicios sociales, el derecho a la educación, la cultura y otros servicios públicos aplicados al conjunto de los ciudadanos y no solo a los trabajadores, definirán la política de bienestar social como sello de identidad de las democracias europeas más avanzadas.[1][2]

En la ciencia política, el término Estado del bienestar (Welfare State) tiene en parte usos o significados distintos y se considera que es principalmente una categoría empírica para el análisis comparativo de las actividades de los Estados modernos.[6]

Los estudios acerca del Estado del bienestar se pueden dividir entre los dedicados a su origen, características o función general y los que se centran en la implementación específica por los Estados de tales esquemas y en ambos casos tanto de forma aislada como de forma comparativa.

La noción de «Estado benefactor» tiene su origen en el año 1946, como consecuencia de la experiencia traumática de la crisis generalizada producto de la Gran Depresión, que, generalmente, se considera que culminó en la Segunda Guerra Mundial que trajo el desempleo y la miseria a millones, fueron fundamentales en el cambio al estado de bienestar en muchos países. Durante la Gran Depresión, el estado de bienestar fue visto como un "camino intermedio" entre los extremos del comunismo de la izquierda y el laissez-faire del capitalismo de la derecha.[7]

De acuerdo a Claus Offe, es uno de los dos factores ―junto a la existencia de partidos políticos masivos y en competencia― que hace posible la existencia del capitalismo democrático o «Estado de economía mixta».[8]

David Anisi sugirió que es un tipo de pacto social en el que se estableció un reparto más equitativo de los beneficios y de la riqueza entre toda la población con objeto de evitar el malestar social que llevó a las sociedades europeas a la Segunda Guerra Mundial. La expresión económica del Estado del bienestar fue el pacto keynesiano que durante la postguerra pretendía un desarrollo económico equilibrado socialmente, así como el pleno empleo.[9][10][11]

Historia

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Orígenes y evolución del término

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Las nociones actuales de «Estado del bienestar» corresponden al término inglés Welfare State (del que se traduce literalmente), cuyo uso quedó acuñado a partir de 1945, en la posguerra de la Segunda Guerra Mundial, a partir de una expresión original de William Temple, entonces Arzobispo de Canterbury, en la que contraponía las políticas keynesianas de posguerra al Warfare State (‘Estado de guerra’) de la Alemania Nazi.

Sin embargo, con anterioridad ya se venían utilizando otros términos que expresan aproximadamente las mismas aspiraciones. En Inglaterra se hablaba de asistencia social o asistencia pública (social assistance o public assistance) organizada bajo las «leyes de pobres» poor laws»). En Francia, durante el Segundo Imperio (1852-1870), el término «Estado-providencia» («État-Providence») fue acuñado por los republicanos que preconizaban un «Estado social» (État social) y criticaban la filosofía individualista de ciertas leyes (como la Ley Le Chapelier, que prohibía los sindicatos). En la Alemania del Segundo Reich (1871) los «socialistas de cátedra» (universitarios) introdujeron el término Wohlfahrtsstaat para describir el sistema diseñado por las políticas bismarckianas en materia social (ver Estado Social).

Desarrollo del Estado del bienestar

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A pesar de que existen algunos antecedentes en sistemas políticos anteriores, se ha alegado que la percepción del mejoramiento del bienestar material general de la población, como una de las funciones centrales de la Sociedad o Estado, realmente se inició con los orígenes de la Ilustración.[12]​ En ese período, a pesar de que el poder de los monarcas llegó a ser absoluto, aparece el concepto del déspota ilustrado, cuya función era, especialmente en Alemania, traer progreso y bienestar social y económico a su pueblo[13]​ ―ver Características y evolución del cameralismo―.

De acuerdo a Gertrude Himmelfarb ―historiadora neoconservadora―, esto culminó alrededor del comienzo del siglo XIX:

La tesis es que los 1800 marcó un quiebre intelectual, después del cual la pobreza llegó a ser crecientemente reconocida por los conscientes y autodesignados portadores del «espíritu de la época» como un problema del sistema más que del trabajador. [...] Éxitos futuros en resolver la pobreza requerirán reconocer tanto el aspecto material como moral del problema.
Gertrude Himmelfarb[14]

A lo largo de la segunda mitad del siglo XIX, en la mayor parte de los países de la Europa Occidental, la llamada «cuestión social» ―expresada en la presión política de movimientos sociales, especialmente los movimientos obreros― impulsó a los Gobiernos a adaptar la legislación sobre la condición social de la clase trabajadora y el trabajo, legislación que fue progresivamente modificada. La mayor parte de estas medidas fueron puntuales y de alcance mínimo, con características que dependen tanto de la historia como de las circunstancias político-sociales de cada país. Sin embargo, es posible notar un movimiento hacia servicios incrementalmente más comprensivos.

Esta situación culmina en las crisis económicas del Período de entreguerras y concomitantes crisis sociopolíticas (ver Gran Depresión), dado que las dictaduras que surgieron demostraron ser capaces de resolver las crisis de forma más efectiva que las democracias. Tanto la Unión Soviética con el Plan Quinquenal, como la Alemania Nazi de preguerra, la Italia de Mussolini (quien fue elogiado por «hacer que los trenes funcionaran a tiempo», es decir, por poner fin a las huelgas y el caos económico que había dominado a ese país) y el Japón imperial, países todos que impusieron fuertes controles estatales a la economía, resolvieron la crisis a mediados de los años treinta. Esto llevó al auge de proyectos políticos totalitarios, y no solo entre el ciudadano común y corriente. Por ejemplo, el 20 de enero de 1927, durante una visita a Roma, el entonces conservador y autodeclarado «constitucionalista y antisocialista» Winston Churchill declaró que si él hubiera sido italiano, se habría unido a Mussolini:

Agregaré una palabra sobre el aspecto internacional del fascismo. Externamente su movimiento ha rendido un servicio al mundo entero. [...] Italia ha demostrado que hay maneras de luchar contra las fuerzas subversivas, maneras que pueden llevar las masas populares, propiamente dirigidas, a apreciar y defender el honor y la estabilidad de una sociedad civilizada. Ha previsto el antídoto necesario al veneno ruso. De ahora en adelante, ninguna gran nación estará desprovista de un último medio de protección contra el crecimiento canceroso del bolchevismo.
Winston Churchill, citado en «The menace of Fascism»

Alrededor de esas fechas, Churchill sugirió ametrallar a huelguistas como manera práctica de terminar la huelga. Aun tan tarde como en 1938, en vísperas del inicio de la Segunda Guerra Mundial, Churchill declaró que si alguna vez Inglaterra llegara a tener los mismos problemas que Alemania de postguerra, él esperaba que llegara a encontrar su «Sr. Hitler»[15]​ amenazando las concepciones del Estado liberal y la democracia, lo que a su vez amenazó la estabilidad mundial, culminando en la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).[16]

Es en ese sentido que Waligorsky dice que se propuso la intervención estatal «como un resguardo contra el poder del mercado para socavar nuestras instituciones políticas y sociales más valuables. [...] Un mercado totalmente libre es definitivamente no el mejor mercado para una democracia, un mercado sin regulaciones no garantiza ni justicia ni prosperidad.»[17]

Se admite generalmente que el resumen que Claus Offe hace de ese desarrollo es correcto:

El Estado de bienestar ha sido el resultado combinado de diversos factores (…) El reformismo socialdemócrata, el socialismo cristiano, élites políticas y económicas conservadoras ilustradas, y grandes sindicatos industriales fueron las fuerzas más importantes que abogaron en su favor y otorgaron esquemas más y más amplios de seguro obligatorio, leyes sobre protección del trabajo, salario mínimo, expansión de servicios sanitarios y educativos y alojamientos estatalmente subvencionados, así como el reconocimiento de los sindicatos como representantes económicos y políticos legítimos del trabajo.
Claus Offe[18]

A fin de evitar errores, es necesario agregar específicamente la influencia de sectores liberales y demócrata-cristianos, con personajes tales como David Lloyd George y Konrad Adenauer, respectivamente.

A partir de lo anterior ―y comenzando en 1945― se implementaron en la Europa Occidental las políticas socioeconómicas que llegaron a ser conocidas como «Estado del bienestar» moderno. Esa implementación dio origen a lo que Eric Hobsbawm ―entre otros―[19]​ ha llamado «la edad de oro del capitalismo»,[20][21]​ ya que ocasionó el período de crecimiento económico sostenido más exitoso en el siglo XX.[22]

Algunas autoridades[23]​ argumentan que tales desarrollos se efectuaron bajo la propuesta general del keynesianismo. Otras[24]​ aducen que fue bajo las propuestas generales del ordoliberalismo (ver Estado Social). Sin embargo, la mayoría de los estudiosos del tema sugieren que hay una similitud básica entre estas visiones y aun otras, tales como las del dirigismo propuesto en Francia en ese período[25]​ etc. (ver también: Economía del bienestar).

A fines de la década de 1970, el estado de bienestar capitalista contemporáneo comenzó a declinar, en parte debido a la crisis económica del capitalismo y el keynesianismo de la Segunda Guerra Mundial, y en parte debido a la falta de una base ideológica bien articulada para el estado de bienestar.[4]

En 1956, Karl Popper describió los logros de esa propuesta en los siguientes términos:

En ningún otro momento, y en ninguna parte, han sido los hombres más respetados, como hombres, que en nuestra sociedad. Nunca antes los Derechos Humanos y la dignidad humana han sido tan respetados y nunca antes ha habido tantos dispuestos a hacer sacrificios por otros, especialmente por aquellos menos afortunados que ellos. Esos son los hechos. [...] Quiero enfatizar que estoy al tanto de otros hechos. El poder todavía corrompe, incluso en nuestro mundo. Empleados públicos todavía se comportan a veces como amos descorteses. Todavía abundan dictadores de bolsillo. [...] Pero todo eso no se debe tanto a la falta de buenas intenciones como a la falta de habilidad e incompetencia.
Karl Popper[26]

Popper continúa:

Pero volvamos nuestra atención a asuntos más importantes. Nuestro mundo libre ha eliminado casi, si no completamente, los grandes males que con anterioridad han asediado la vida social de los hombres. [...] Veamos lo que se ha logrado, no solo aquí en Gran Bretaña a través del Estado del bienestar, sino con algún método u otro en todas partes en el mundo libre.
Karl Popper (op. cit.

Y da la siguiente lista de lo que él considera ―desde el punto de vista liberal― los males que pueden ser resueltos o remediados por la cooperación social:

  • Pobreza
  • Desempleo y formas similares de inseguridad social.
  • Enfermedad y dolor.
  • Crueldad penal.
  • Esclavitud y otras formas de servidumbre.
  • Discriminación racial y religiosa.
  • Falta de oportunidades educacionales.
  • Diferencias rígidas de clase.
  • La guerra.

Desde un punto de vista conservador, los beneficios del Estado del bienestar son dobles: por un lado, la generación de consenso social de forma que el sistema funcione de forma armónica y eficiente.[27]​ y, por el otro, siguiendo de lo anterior, una función de creación y reforzamiento de valores éticos fundamentales a la existencia y estabilidad de relaciones sociales, llevando así a una creciente integración social: «La provisión de los beneficios (del Estado del bienestar) es sobre la base de ayudar a los menos privilegiados a adquirir la disciplina necesaria para adherirse a los estándares morales (sociales o comunes)»:[28]

La respuesta conservadora es que el debate acerca de si debería haber un Estado del bienestar ha terminado. El debate apropiado a estos días debería ser acerca de las modalidades a través de las cuales las «ayudas recibidas por derecho» (entitlements) son entregadas. Las modalidades importan, porque algunas promueven y otras no los atributos y actitudes ―mirar al futuro, independencia, responsabilidad por la vida saludable― indispensables para una vida digna en una sociedad económicamente vibrante que un Estado del bienestar devorador de ingresos necesita en una época de población que envejece.
George Will[29]

Conviene recordar que la visión conservadora del Estado es que ese existe para satisfacer las necesidades humanas (desde el punto de vista liberal es promover la libertad ciudadana) y como tal los conservadores aceptan el Estado del bienestar[30]​ (ver también Alfred Müller-Armack).

Las ventajas desde el punto de vista de la socialdemocracia son, generalmente, los de un avance reformista ―paulatino pero seguro― hacia el socialismo, asegurando al mismo tiempo la protección y profundización de la democracia a través del reconocimiento del derecho legítimo de los sindicatos y representantes de comunidades y minorías sociales marginadas en la toma de decisiones gubernamentales, así como la creciente integración a esas decisiones de los principios de la justicia social, dignidad humana y participación ciudadana.

Para comenzar, por lo menos en parte debido a esas diferencias de aproximación y como la cita de Popper sugiere, los proyectos en diferentes países se veían como disímiles, posiblemente opuestos.[31]​ Sin embargo, con el paso del tiempo se nota que las políticas practicadas en los países europeos occidentales convergen[32][33]​ en relación con dar un rol económico activo al Estado con el fin de obtener ciertos objetivos sociales comunes (tales como el bienestar social y crecimiento económico) y se hace evidente que el progreso y la estabilidad de cada país europeo dependen de la de sus vecinos. Así, se crea un consenso que abarca desde los sectores más izquierdistas de los partidos social demócratas hasta los más derechistas o conservadores en los demócrata cristianos. Ese consenso es lo que llegó a ser conocido como el modelo europeo de gobernanza, basado no solo en la idea de que la sociedad ―a través del Estado― tiene una responsabilidad por sus ciudadanos, sino también en que el bienestar de cada uno, tanto individuos como países, depende del bienestar del vecino y que ese bien común, a pesar de visiones e intereses diferentes, puede lograrse a través de la práctica de la política de los consensos (ver democracia deliberativa). Se empieza a hablar entonces de las "construcciones de comunidades". Véase Tratados de Roma y Comunidades Europeas. El resultado de todo lo anterior es lo que se conoce como el modelo del Estado del bienestar.

Posteriormente, y a partir de una crítica temprana al Estado del bienestar desde el punto de vista de la escuela austriaca,[34]​ algunos políticos ―por ejemplo, Margaret Thatcher en el Reino Unido[35]​ buscaron implementar lo que fue generalmente percibido como una tentativa de «desmantelar el Estado del bienestar».[36]

Más allá de una discusión acerca de las posibles intenciones de Thatcher y otros,[37]​ el hecho es que esos personajes introdujeron modificaciones profundas al Estado del bienestar ―por lo menos tal y como se practicaba en Inglaterra― motivados principalmente ―se ha sugerido― tanto por una malinterpretación de la posición de Hayek[38]​ como lo que algunos consideran una falta de comprensión de las consecuencias socioeconómicas de tales tentativas[39]​ y las dificultades envueltas en las mismas.[40][41]

Consecuentemente los resultados del proyecto de la Sra. Thatcher no fueron, quizás, los esperados por los partidarios de la «liberación de las fuerzas económicas». En los años que siguieron a la implementación de tales medidas, la inflación en Inglaterra alcanzó un 20 %. Tanto las tasas de interés como las de desempleo subieron excesivamente y la base industrial británica fue diezmada.[42]

Mientras tanto, en Estados Unidos, Ronald Reagan sería elegido con una promesa de “reducir impuestos, aumentar el presupuesto de defensa y equilibrar y reducir el gasto fiscal”.[43]​ implementó políticas similares que, en su conjunto, llegaron a ser conocidas como neoliberalismo. Durante esa presidencia comenzó el aumento desmesurado de la deuda tanto pública como privada en Estados Unidos. Contrariamente a lo esperado por sus partidarios, el déficit fiscal estadounidense creció desde 0,9 billones de dólares a más de 3 billones, la tasa de inversiones industriales declinó precipitadamente ―siendo reemplazada por grandes inversiones en instrumentos financieros en lo que ha sido llamado una orgía especulativa―, el desempleo llegó al 10 % de la fuerza de trabajo y la seguridad de trabajo y los ingresos reales del resto decayeron.[42]​ El continuado desarrollo de esas tendencias llevó finalmente a la crisis de las hipotecas basura, que forzó al ahora presidente George W. Bush (hijo del anterior) a la mayor intervención estatal en la historia de Estados Unidos: la inyección de 700 000  millones de dólares para sostener los bancos amenazados por la quiebra en ese país, duplicando en el proceso la «deuda pública».[44]​ En septiembre de 2007, esa deuda llegó a 8,9 billones de dólares (8,9 trillions, según el sistema inglés).[45]​ En noviembre de 2008, cuando Barack Obama asumió la presidencia, la deuda ascendía a 10,56 billones de dólares.[46]

A nivel mundial, la imposición de tales políticas llevó a la decadencia del crecimiento económico mundial, de una tasa promedio de casi 3 % anual en el periodo 1950-1973 a uno de menos de 1,5 % en el 1973-2000. Al mismo tiempo, el ingreso per cápita del cuartil de mayores ingresos ha sido mucho más rápido que el de menores ingresos, lo que ha aumentado dramáticamente la desigualdad social.[47]​ Situación que ha continuado en la primera década del siglo XXI. En octubre de 2010 el Fondo Monetario internacional publicó una tabla que muestra que el crecimiento económico mundial ha declinado (con la excepción de Asia incluyendo China) incluso con relación a 1980.[48]

A pesar de lo anterior, los mecanismos, logros y objetivos del Estado del bienestar aún se mantienen, en Europa, no solo como fundamento moral de cohesión social, sino también como base realista y necesaria del bienestar socioeconómico común. Por ejemplo, el Libro verde sobre los servicios de interés general, presentado por la Comisión Europea en mayo de 2002, define la noción del interés general europeo como «la satisfacción de las necesidades básicas de los ciudadanos y la preservación de bienes públicos, cuando el mercado falla».[49]

Más recientemente, como consecuencia de la Crisis económica de 2008-2009, la demócrata cristiana Angela Merkel ―haciéndose eco del sentimiento keynesiano― proclamó: «Solo el Estado es capaz de restaurar la confianza necesaria»,[50]​ y tanto el socialista no marxista ―con influencia cristiana y fabianaGordon Brown como el conservador Nicolas Sarkozy han opinado que «el laissez-faire tuvo su hora» e incluso el periódico The Economist ―bastión del pensamiento liberal clásico moderno― ha dicho:

Para los liberales, [...] la crisis ha puesto de relieve defectos en la manera en que ellos también implementan sus modelos. Lograr regulaciones adecuadas es tan importante como liberar los mercados; puede que un sector público eficiente cuente tanto como un sector privado eficiente, inversiones públicas en transporte, educación y salud, bien hechas, pueden pagar dividendos. [...] Pragmatismo y eficiencia siempre son de importancia.

Interpretaciones y criterios de comparación de Estados del bienestar

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Interpretaciones

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Se entiende por Estado del bienestar, como concepto general, uno en el cual corresponde al Estado o a la Sociedad asumir la responsabilidad del bienestar social y económico de sus miembros. Esta responsabilidad es entendida generalmente como comprensiva y universal, porque «bienestar» es un concepto amplio que se aplica a todos.[51]​ Adicionalmente, para algunos, tal bienestar es un derecho.[52]​ A pesar de que la propuesta original en ese sentido[53]​ se basaba en el simple argumento que administrar prestaciones como derechos ciudadanos o de los habitantes sería más simple y de menor costo que administrarlos de alguna otra manera, el debate al respecto se extendió a examinar muchos otros aspectos y fundamentos de los derechos sociales, con mucha influencia de la obra seminal de Beatrice Webb,[54][55]​ debate que finalmente dio origen, por parte del sociólogo Thomas H. Marshall,[56]​ al concepto de «ciudadanía social», que sugiere que el concepto de ciudadanía debe entenderse como implicando derechos.[57][58]​ En la actualidad, la mayoría de esos argumentos se basan en la sugerencia rawlasiana de la Justicia como equidad.

Para otros, tal derecho no existe como tal, sino que más bien hay un deber[59][60]​ ya sea del Estado, la sociedad o sus miembros ―la llamada responsabilidad social[61]​ que puede o no concebirse como emanada o fundada ya sea en el concepto de bien común.[62]​ o en la responsabilidad moral[63]​ o en el concepto legal de obligación conjunta derivada de un hipotético contrato social.[64]​ que, a su vez, puede o no ser explícito en una Constitución[65]​ (ver también Interés público).

Sin embargo, para otros, el asunto no trata de principios, sino de objetivos: el propósito del Estado no puede ser otro que promover el Interés público o «social» o «común» de manera práctica.[66]​ Además, siempre según Suárez, incluye la posibilidad de lograr bienes terrenales para una existencia digna del hombre,[67]​ mientras que John Locke aduce que: «El fin del gobierno es el bien de la humanidad», en «Chapter XIX: “Of the Dissolution of Goverment”, en Second Treatise of Government; y James Madison agrega: «El bien público, el verdadero bienestar de la gran masa del pueblo, es el objetivo a ser perseguido; y ninguna forma de gobierno en absoluto tiene otro valor que el adecuarse al logro de ese objetivo».[68]​ Así, se sugiere, si fuera el caso que los gastos que el sistema implica son de beneficio a la sociedad en su conjunto, tales gastos serían ampliamente justificados.[69]​ Desde este punto de vista, los gastos de «bienestar» pueden ser considerados no solo gastos de «buen funcionamiento» de la sociedad, sino también como inversión social,[70]​ pudiendo ser vistos no solo como aumentando la cohesión social sino también la productividad común.[71][72]​ Adicionalmente se alega que tales gastos pueden implicar un ahorro o disminución de costos, ya sea para obtener bienes y servicios de interés general[73]​ o que los gastos sociales son más efectivos y cuestan menos que otras medidas de reducción de problemas sociales, por ejemplo, criminalidad,[74][75]​ etc. A extremis, esta visión puede ser concebida como utilitaria, con una concepción de la sociedad como grupo de interés: sería, se puede alegar, más efectivo y eficiente gastar en asuntos sociales que eliminar o controlar los problemas que de otra manera se multiplicarían[76][77]​ (Ver también anomia). Sin embargo, y a pesar de que tal percepción facilita y ordena el discurso político-social con relación a los gastos sociales, en la medida que centra la atención en ventajas comunes promoviendo al mismo tiempo el desarrollo de técnicas y conceptos de utilidad social[78][79][80]​ se ha alegado, en contra, que esta aproximación empobrece la visión tanto académica como social.[81]

Lo anterior da origen a tres interpretaciones principales sobre la idea de Estado del bienestar:

  • Estado del bienestar como concepto general, de acuerdo al cual los miembros de una sociedad tienen la expectativa legítima de que la sociedad, el gobierno o el Estado los apoye, ya sea en general o en momentos de necesidad, o la expectativa real de que ellos se beneficiarán de los esfuerzos comunes y del progreso social. En esta visión general, tal expectativa es considerada bien un derecho de los ciudadanos o bien una obligación u objetivo social.
  • Estado del bienestar como el sistema en el cual el Estado como tal asume la responsabilidad por el bienestar de los ciudadanos. Ciertos ejemplos de este modelo del Estado del bienestar se basan en una «red o sistema de seguridad», con provisiones claramente delimitadas.
  • Estado del bienestar puede identificarse con sistemas generales de bienestar social. En muchos «Estados» del bienestar, el bienestar no se proporciona actual o exclusivamente por el Estado, sino por una combinación de servicios independientes, voluntarios, mutualistas y gubernamentales. En algunos casos de este tipo, el Estado o gobierno actúa como coordinador de las provisiones y al mismo tiempo como proveedor de último recurso. En otros, el Estado puede delegar la provisión de servicios a caridades, organizaciones sociales o privadas (apoyándolas financieramente); en este último caso, algunos autores utilizan el término «sociedad del bienestar».

Criterios de comparación

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Deborah Mitchell[82]​ identifica cinco aproximaciones principales a esos estudios comparativos:

  • Comparaciones de políticas: comparar los términos explícitos sobre los cuales se propone y toma acción. Briggs se centra en el origen y evolución histórica del concepto del bienestar tanto en Europa como en los Estados Unidos.[83]​ Flora y Heindenheimer, a partir de tales desarrollos, proponen que a menudo tal desarrollo, a pesar de las diferencias ideológicas, etc., tiene lugar a lo largo de líneas similares[84]
  • Comparaciones de ingresos: tales ingresos son los recursos económicos dedicados a los sistemas de beneficencia. Maynard[85]​ sugiere dos sistemas básicos: pago a través de impuestos (pago obligatorio) y pago a través de sistemas de seguros (pago voluntario). Wilensky muestra que el nivel de tales gastos depende principalmente de la estructura social (incluyendo edad) de la población y de la duración de implementación del sistema como tal.[86]
  • Comparaciones de productos: diferentes Estados implementan reglas y mecanismos diferentes. Esping Andersen utiliza tales diferencias para establecer un sistema de clasificación relacionado con la entrega de servicios específicos y asunciones generales.[87]
  • Comparaciones de servicios. A través de la consideración de la entrega de servicios y beneficios: qué hacen, cómo se financian, quién los controla, etc.[88][89]
  • Comparaciones de resultados: se ha alegado -desde este punto de vista- que lo que importa acerca de estos sistemas no es lo que se intenta o cuál es el proceso, sino si la población se beneficia o no en consecuencia. Esta es la base del trabajo efectuado por el Luxembourg Income Study cuando analizó y comparó los servicios de asistencia social en diferentes países.[90]

El Estado del bienestar en Europa

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Es frecuente escuchar decir que existe un solo modelo social europeo, como contraposición al modelo social existente en los Estados Unidos. Lo cierto es que la realidad es mucho más compleja. Existen en realidad distintos modelos sociales (es decir, Estados del bienestar) tanto en el seno de la Unión Europea como en algunos países europeos que no forman parte de ella. A pesar de que cada país tiene unas particularidades propias, se pueden distinguir cuatro modelos distintos:[91]

  • El modelo nórdico, de Noruega, Suecia, Finlandia, Dinamarca e Islandia.
  • El modelo continental, de Austria, Bélgica, Francia, Alemania y Luxemburgo.
  • El modelo anglosajón, de Irlanda y Reino Unido.
  • El modelo mediterráneo, de Grecia, Italia, Portugal y España.
Reducción en la pobreza de los distintos modelos sociales europeos.

El modelo nórdico

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Como se puede observar en el gráfico, presenta el nivel más alto de protección social y su característica principal es la provisión universal basada en el principio de ciudadanía, es decir, que existe un acceso más generalizado, con menos condiciones, a las prestaciones sociales.

En lo que se refiere al mercado de trabajo, estos países se caracterizan por importantes gastos (relativos) en políticas activas con el objetivo de la reinserción rápida en el mercado de trabajo de los desempleados. Se caracterizan también por un elevado número de empleos públicos. Los sindicatos tienen una elevada afiliación y un importante poder de decisión lo que provoca una baja dispersión de los salarios (una distribución más equitativa de la renta).

El modelo nórdico se caracteriza también por una elevada cuña fiscal.

Características del modelo nórdico

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Los países nórdicos son estados pequeños, relativamente homogéneos en términos de etnicidad y religión, de larga tradición democrática, de respeto por los derechos humanos y de estado de derecho. Entre 1870 y 1918 tuvo lugar la abolición del trabajo de menores, pensiones para personas adultas pobres, seguros de riesgos profesionales, fondos para seguro de enfermedad. Entre 1919 y 1950 se produjo una importante extensión de los derechos sociales, el movimiento obrero tuvo un papel fundamental consiguiendo la extensión de relaciones laborales autónomas, por medio de acuerdos entre patrones y sindicatos, una tasa alta de organización de todos los asalariados, incluyendo mujeres. Una colaboración efectiva entre los líderes de clases sociales y el nuevo grupo de «ingenieros sociales» que se unieron a los partidos socialdemócratas. El universalismo es una de las principales características del modelo nórdico, junto con la financiación por impuestos, la provisión pública de transferencias y servicios, énfasis en los servicios sociales personales, provisiones de alta calidad y tasas de compensaciones altas e igualitarias.

El modelo continental

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Es similar al nórdico pero con una mayor proporción de gastos orientados a las pensiones. Se basa en el principio de «asistencia» (ayuda) y «sécurité sociale» (sistema de seguros), con un sistema de subsidios parcialmente no condicionado a la permeabilidad (por ejemplo en Francia, donde existen subsidios cuyo único requisito es tener más de 25 años. Sin embargo, otros beneficios dependen de contribuciones voluntarias a sociedades ya sea estatales, mutualistas o privadas de seguros).

En lo que se refiere al mercado de trabajo, las políticas activas son menos importantes y a pesar de que los sindicatos tienen una afiliación muy baja, estos tienen un importante poder de decisión en las negociaciones colectivas.

Otro elemento importante del modelo continental son los subsidios por invalidez.

El modelo anglosajón

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Este modelo está caracterizado por una previsión o medidas preventivas menores que otros modelos y por una asistencia social de tipo último recurso más importante (los beneficios dependiendo en parte de ahorros, etc). Los subsidios se dirigen en mayor medida hacia la población en edad de trabajar y los jóvenes (por ejemplo, cada familia recibe una asignación por hijo, que se transforma en «ingreso mínimo» a los 16 años a quienes continúen estudiando), y en menor medida hacia las pensiones. El acceso a los subsidios está condicionado en mayor medida a la empleabilidad (por ejemplo, se condicionan los subsidios a que la persona haya trabajado anteriormente o esté buscando trabajo).

En lo que se refiere al mercado de trabajo, los gastos en políticas activas ―de promoción de empleos, educación y calificación de trabajadores―son relativamente importantes. Sin embargo, medidas de Seguridad Industrial son menores que otros modelos y los sindicatos tienen un menor poder de participación en decisiones ya sea gubernamentales o patronales. Esta es una de las razones por las que estos países tienen una mayor dispersión de la renta y un mayor número de empleos con bajos salarios.

Sin embargo, el modelo anglosajón es considerado uno de los más eficientes ―solo superado por el nórdico― en lo relacionado con reducción de la pobreza y en promover incentivos para trabajar, lo que, de acuerdo a algunos, lo hace preferible puesto que sus mejores resultados en materia de empleo lo hacen más sostenible financieramente a largo plazo.[92]

El modelo mediterráneo

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Este modelo corresponde a los países que han desarrollado un Estado del bienestar más tardíamente (años setenta y ochenta). Se trata del modelo social con menores gastos y está fuertemente basado en las pensiones y en unos gastos de asistencia social muy bajos. Existe en estos países una mayor segmentación de los derechos y estatus de las personas que reciben subsidios, que se refleja en un acceso muy condicionado a las prestaciones.

La característica principal del mercado del trabajo es una fuerte protección del empleo (no confundir con protección del trabajador o subsidio de desempleo) y el recurso a la jubilación anticipada como forma de mejora del empleo. Los sindicatos tienen una presencia importante asegurada por la extensión de los acuerdos alcanzados en negociaciones colectivas más allá de la presencia real de los sindicatos. Nuevamente, esto tiene como resultado una menor dispersión en los salarios que en el modelo anterior.

Evaluación de los modelos sociales europeos

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Eficiencia de los gastos sociales en los distintos modelos sociales.
Como se puede observar, existe una relación inversa entre protección al empleo y número de trabajadores que reciben subsidios de desempleo.

La primera pregunta a la que hay que responder cuando se pretende evaluar los distintos modelos sociales europeos es qué criterios utilizar. Los tres criterios utilizados por Boeri (2002) y Sapir (2005) son:

  • La reducción de la pobreza.
  • La protección contra los riesgos del mercado de trabajo.
  • Las recompensas por la participación al trabajo.

La reducción de la pobreza

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El gráfico de la derecha muestra la reducción en las desigualdades después de tomar en consideración los impuestos y las transferencias, es decir, en qué medida cada modelo social reduce la pobreza sin tener en cuenta la reducción de esta provocada por los impuestos y las transferencias. En general, la capacidad de reducción de la pobreza está en línea con la talla del Estado del bienestar: a mayor proporción del PIB dedicado a los gastos sociales, mayor reducción de la pobreza. Sin embargo, otro aspecto a tener en cuenta es ver si algunos modelos son más eficientes en la reducción de la pobreza que otros. Por esto se entiende que con un menor gasto social se consiga una mayor reducción de la pobreza.

En este caso, el gráfico de la derecha muestra que los modelos anglosajón y nórdico son más eficientes que el continental y mediterráneo, pero sobre todo muestra que el continental es el menos eficiente. Dado su elevado gasto social, se esperaría una mayor reducción de la pobreza que la que consigue este modelo. Obsérvese como el modelo anglosajón se encuentra por encima de la línea trazada, indicando que reduce más de lo esperado (teniendo en cuenta el resto de modelos) la pobreza. En cambio el modelo continental se encuentra por debajo de la línea y más alejado que el modelo mediterráneo, indicando que es el que menos reduce la pobreza dado su gasto social.

Protección contra los riesgos del mercado de trabajo

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La protección contra los riesgos del mercado de trabajo puede ser, en general, de dos tipos:

  • Mediante regulación del mercado de trabajo (lo que se conoce con el nombre de protección del trabajo); básicamente, con el incremento de los costes de despido para las empresas.
  • Mediante seguros de desempleo, que en este caso protegen al trabajador desempleado y se suele financiar mediante impuestos a los trabajadores con empleo.

Como se observa en el gráfico, existe un claro trade-off (palabra frecuente en la jerga económica que significa sacrificar algo por conseguir otro objetivo) entre estos dos instrumentos de protección del mercado de trabajo; obsérvese cómo se podría trazar una línea de media con pendiente negativa. Como se observa, los distintos países europeos han seleccionado distintas medidas de protección (se observan distintos puntos en el gráfico). En esta elección, las diferencias se pueden resumir de la siguiente forma:

  • Los países mediterráneos prefieren una mayor protección del trabajo, mientras que un número muy reducido de sus trabajadores reciben subsidios de desempleo.
  • Los países nórdicos, en cambio, protegen poco el trabajo, pero, sin embargo, la mayor parte de sus trabajadores en situación de desempleo reciben subsidios.
  • Los países continentales presentan un nivel ligeramente más elevado de ambas variables que la media europea.
  • Los países anglosajones basan su protección en los subsidios de desempleo, con un nivel muy reducido de protección del trabajo.

La evaluación de ambas medidas de protección es complicada. En general, existe un consenso entre economistas en que la protección del trabajo genera ineficiencia en las empresas: puesto que las empresas no pueden despedir a los trabajadores libremente, quizá decidan no despedir a pesar de no necesitar a tales trabajadores, dañando su eficiencia. No existe tal consenso en cuanto a si la protección del trabajo genera un mayor desempleo que la protección del trabajador.

Las recompensas por la participación al trabajo

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Tasa de empleo y tasa de desempleo en cada modelo social. Véase definición en el texto (pues no es la habitual en las estadísticas laborales).

Los incentivos al trabajo y las recompensas por la participación al trabajo de cada modelo se pretenden analizar a través de lo que se define como ratio de empleo por población, como en el gráfico adjunto. Allí se comparan los diferentes grupos de países a través de dos tasas definidas particularmente con este objeto: una tasa de empleo (entendida como el porcentaje de trabajadores ocupados sobre la población en edad laboral) y una tasa de desempleo (entendida como el porcentaje de trabajadores desempleados sobre la población en edad laboral). Hay que tener en cuenta que las tasas utilizadas en este gráfico se han calculado no en términos de población activa (puesto que en ese caso sumarían siempre 100, al ser sus la población ocupada y la población en paro dos únicos componentes) que es la manera habitual de publicarlas en las estadísticas que miden la estructura laboral de la población; sino en términos de población en edad laboral (distinta según las legislaciones de cada país, pero habitualmente entre 16 y 65 años). La manera más habitual de denominar la relación entre población activa y población en edad laboral es «tasa de incorporación».

La denominada Estrategia de Lisboa de la Unión Europea estableció en 2001 que la tasa de empleo de los países de la UE debería alcanzar como mínimo el 70 % para el año 2010.

En este caso, el gráfico muestra que son los países del modelo nórdico y anglosajón los que tienen una mayor tasa de empleo mientras que los continentales y mediterráneos tienen una tasa de empleo por debajo del objetivo de Lisboa.

Eficiencia y equidad

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Clasificación de los distintos modelos sociales europeos con relación a su eficiencia y equidad.

A modo de evaluación general, los modelos sociales de los diferentes tipos de Estado del bienestar se han valorado en función de dos criterios:

Como se observa en el gráfico, el mejor modelo en función de la combinación de estos dos criterios es el nórdico. El modelo continental tiene menor eficiencia, mientras que el modelo anglosajón tiene menor equidad. El modelo mediterráneo es inferior en ambos aspectos.

Algunos economistas consideran que entre el modelo continental y el anglosajón es este último el preferible, debido a su rentabilidad a largo plazo y a sus mejores resultados en materia de empleo, mientras que el nivel de equidad depende de las preferencias de cada país (Sapir, 2005). Otros economistas consideran que el modelo continental no puede considerarse peor que el anglosajón puesto que este también es el resultado de las preferencias de sus ciudadanos (Fitoussi et al., 2000; Blanchard, 2004).

Véase también

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Bibliografía

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En castellano

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  • Beck, Ulrich: Presente y futuro del Estado del bienestar: el debate europeo. Mino y Dávila, 2005.
  • Berian, Josetxo: Estado de bienestar, planificación e ideología (Trabajo social, política social). Editorial Popular, 1990.
  • Fernández García, Tomás: Estado de bienestar y socialdemocracia: ideas para el debate. Madrid: Alianza, 2005.
  • Grau Morancho, Ramiro: Crisis del Estado del bienestar. Madrid: Trivium, 1994. ISBN 84-7855-824-1.
  • Pico López, Josep: Teorías sobre el estado del bienestar. Madrid: Siglo Veintiuno Editores (Sociología y política), 1987.
  • Rojas, Mauricio: Reinventar el Estado del bienestar. La experiencia de Suecia (Editorial Gota a Gota. Madrid - 2008.
  • Navarro, Vicenc: Bienestar insuficiente, democracia incompleta. Barcelona: Anagrama.
  • Muñoz de Bustillo Llorente, Rafael (coord.): El Estado de bienestar en el cambio de siglo. Madrid: Alianza, 2007.
  • Offe, Claus: Contradicciones en el estado del bienestar. Madrid: Alianza, 2007.
  • Sen, Amartya Kumar: Bienestar, justicia y mercado. Madrid: Paidós Ibérica, 1997.
  • Sen, Amartya Kumar: Sobre ética y economía. Madrid: Alianza, 2003.
  • Sen, Amartya Kumar: Nueva economía del bienestar. Valencia (España): Universidad de Valencia. Servicio de Publicaciones, 1995.
  • Varios autores: Estado de bienestar, desarrollo económico y ciudadanía: algunas lecciones de la literatura contemporánea (estudios y perspectivas). Nueva York: United Nations Publications, 2006.
  • Varios autores: Pros y contras del Estado del bienestar. Madrid: Tecnos (Colección Semilla y Surco. Serie de sociología), 1996.
  • Varios autores: Las estructuras del bienestar en Europa. Estudios de la Fundación ONCE sobre el Estado de bienestar. Madrid: Escuela Libre, 2000.
  • Velarde Fuertes, Juan; y Cercas Alonso, Alejandro: El Estado del bienestar. Madrid: Acento, 1999.

En otros idiomas

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  • Beito, David T: From Mutual Aid to the Welfare State. UNC Press, 2000.
  • Blanchard, O. (2004): The Economic Future of Europe. NBER Economic Papers
  • Boeri, T. (2002): Let Social Policy Models Compete and Europe Will Win, presentación para la conferencia de la John F. Kennedy School of Government; Universidad de Harvard, 11-12 de abril de 2002.
  • Esping-Andersen, G: The Three Worlds of Welfare Capitalism. Polity Press, 1990).
  • Fitoussi J.P. and O. Passet (2000): Reformes structurelles et politiques macroéconomiques: les enseignements des «modèles» de pays, en Reduction du chômage: les réussites en Europe. Rapport du Conseil d'Analyse Economique, n.23, Paris, La documentation Française, pp. 11–96.
  • Mishra, Ramesh: The Welfare State in Crisis: Social Thought and Social Change. Harvester Press, 1984.
  • Mishra, Ramesh: The Welfare State in Capitalist Society. Harvester Press, 1990.
  • Sapir, A. (2005): Globalisation and the Reform of European Social Models. Bruselas: Bruegel. Accesible por internet en [3].
  • Shmidt, M, G: Wohlfahrtstaatliche Politik unter bürgerlichen und sozialdemokratische? Regierungen: Cumpus, 1982.
  • Streeck, Wolfgang y Yamamura, Kōzō: The origins of nonliberal Capitalism.

Notas y referencias

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  1. a b Por ejemplo, el portal «iniciativasocial.net» define Estado del bienestar como:
    El paso de una seguridad social solo algunas de las personas pueden postular a las cosas para algunos, a una seguridad social para todos los ciudadanos marca la aparición del Estado de bienestar. Los derechos de seguridad social, es decir, las pensiones, la sanidad, el desempleo, junto a los servicios sociales, el derecho a la educación, la cultura y otros servicios públicos aplicados al conjunto de los ciudadanos y no solo a los trabajadores, definirán la política de bienestar social como sello de identidad de las democracias europeas más avanzadas.
  2. a b «Derechos económicos, sociales y culturas, en Observatori DESC». Archivado desde el original el 1 de febrero de 2014. Consultado el 19 de enero de 2014.  |archiveurl= y |urlarchivo= redundantes (ayuda); |archivedate= y |fechaarchivo= redundantes (ayuda)
  3. Marshall, T. H. (Thomas Humphrey) (1950). Citizenship and social class, and other essays. Cambridge [Eng.] University Press. Consultado el 6 de abril de 2020. 
  4. a b O'Hara, Phillip Anthony, 1954- (1999). Encyclopedia of political economy. Routledge/Taylor & Francis Group. ISBN 0-203-44321-7. OCLC 252877246. Consultado el 6 de abril de 2020. 
  5. a b «Protecting Soldiers and Mothers — Theda Skocpol». www.hup.harvard.edu (en inglés). Consultado el 6 de abril de 2020. 
  6. In der Politikwissenschaft wird der Terminus Wohlfahrtsstaat zum Teil abweichend verwendet und gilt als vorwiegend empirische Kategorie zur vergleichenden Analyse der Aktivitäten moderner Staaten. Lexicón de ciencias políticas Archivado el 7 de febrero de 2009 en Wayback Machine. de la Universidad Eberhard Karls de Tubinga.
  7. "Welfare State", O'Hara, Phillip Anthony, editor, Encyclopedia of political economy (Routledge 1999), p. 1245
  8. Offe, Claus (1990): «Democracia competitiva de partidos y Estado de bienestar keynesiano» Archivado el 14 de noviembre de 2012 en Wayback Machine., artículo publicado con el título «La democracia competitiva y las limitaciones históricas del Estado de bienestar keynesiano» en el libro Parlamento y democracia (pág. 47). Fundación Pablo Iglesias, 1982. Este texto también aparece como el capítulo 8 en el libro Contradicciones en el Estado de bienestar, de Claus Offe (1940-). Madrid: Alianza Editorial, 1990.
    En las siguientes líneas plantearé que la continuada compatibilidad entre el capitalismo y la democracia, que resultaba tan inconcebible para el liberalismo y para el marxismo clásicos (incluyendo a Kautsky y la Segunda Internacional), surgió históricamente a causa de la aparición y el gradual desarrollo de dos principios mediadores: a) los partidos políticos de masas y la competencia entre partidos, y b) el Estado del bienestar keynesiano (EBK). Cada uno de estos principios mediadores tomó forma en gran parte en Europa durante o en las postrimerías de las dos guerras mundiales: la democracia, a través de la competencia entre partidos, tras la Primera Guerra Mundial, y el Estado del bienestar keynesiano, tras la Segunda Guerra Mundial.
    Claus Offe
  9. David Anisi, Creadores de escasez. Del bienestar al medio, Alianza Editorial, 1995, ISBN 84-206-9434-7, pag. 40 y ss. ―consultar texto en Nodo50.org (enlace roto disponible en Internet Archive; véase el historial, la primera versión y la última).
  10. Josep Picó, Teorías sobre el estado del bienestar, Siglo XXI editores, 3ªed. 1999, ISBN 84-323-0590-1, pag. 1 y ss.
  11. Ludolfo Paramio, Tomás Fernández García, Estado de bienestar: perspectivas y límites, UCM, ISBN 84-89958-25-4, pag. 71 y ss.
  12. Ese plan ha recibido el nombre ―en su vertiente intelectual y filosófica― de «sistema de la Ilustración», ya que uno de sus principios fundamentales se asentaba en la seguridad de que la difusión del saber, la transmisión de las luces del conocimiento, es decir, la ilustración a todos los hombres sin distinciones, acarrearía un estado de bienestar y de felicidad como nunca se había registrado en la Tierra
    Burucua J.; y Glatman, G. 1996:36; citados en C. Reynoso y F. Rodríguez: «Rousseau y el espíritu del Iluminismo».
  13. {{cita|Los principados germánicos están organizados con base en lo que entonces se llamaba Estado de policía, un tipo de Estado absolutista cuyo arreglo institucional tiene como base las relaciones entre el príncipe y los súbditos como relación de dominio (véase: Otto Mayer, Derecho administrativo alemán, tomo 1, pp. 45-66). Estos vínculos de dominio, sin embargo, tienen la peculiaridad de descansar en una especie de contrato en el cual los súbditos se comprometen a obedecer, en tanto que el príncipe lo hace para proveerles de prosperidad. La clave de la relación radica en que, para satisfacer las necesidades de la población, al príncipe se le ha dotado de atribuciones para realizar, sin límites, todo aquello que sea necesario al respecto. Dicho de otro modo, el poder principesco es ilimitado en este sentido.|Omar Guerrero Orozco, «Las ciencias camerales». Archivado el 19 de junio de 2018 en Wayback Machine.
  14. Himmelfarb, Gertrude (2004): «Poverty and compassion» Archivado el 25 de enero de 2012 en Wayback Machine., artículo publicado en el sitio web Enotes. (Magill Book Reviews). Véase también: Himmelfarb, Gertrude (2004): The roads to modernity. Londres: Vintage Books, 2004.
  15. Churchill, Winston (1939): Step by step (1936-1939). Londres: Thornton Butterworth, 1939.
    Si nuestro país fuera derrotado, desearía que encontráramos un campeón tan indomable como el señor Hitler para restaurar nuestro coraje y conducirnos otra vez al lugar que nos corresponde entre las naciones.
  16. Ver, por ejemplo, Galbraith, John Kenneth (1995): Un viaje por la economía de nuestro tiempo.
  17. Waligorski, Conrad P. (1997): Resumen del libro «Liberal Economics and Democracy» Archivado el 5 de marzo de 2016 en Wayback Machine., publicado en el sitio web de la Universidad de Kansas («Copia archivada». Archivado desde el original el 23 de enero de 2009. Consultado el 7 de enero de 2008.  |archiveurl= y |urlarchivo= redundantes (ayuda); |archivedate= y |fechaarchivo= redundantes (ayuda)). Lawrence (Estados Unidos): University of Kansas Press, 1997. ISBN 978-0-7006-0803-4.
  18. Claus Offe (1990): Contradicciones en el Estado del bienestar (capítulo VII). Madrid: Alianza, 1990.
  19. Por ejemplo: Stephen A. Marglin y Juliet B. Schor (editores): The Golden Age of Capitalism: Reinterpreting the Postwar Experience. Londres: Oxford University Press. ISBN13: 9780198287414; ISBN10: 0198287410.
  20. Barciela, Carlos: «La edad de oro del capitalismo (1945-1973)», artículo publicado en el sitio web UniRioja.
  21. Vera, Juan Manuel: «Sobre Hobsbawm y el corto siglo XX» Archivado el 7 de enero de 2010 en Wayback Machine., artículo publicado en el sitio web Fundanin.
  22. En mayo de 2000, el FMI (Fondo Monetario Internacional) publicó su análisis acerca del desarrollo económico en el siglo XX ―The World Economy in the Twentieth Century―. En el quinto capítulo de esa obra (pág 154) aparece un gráfico comparando el porcentaje de crecimiento de diferentes periodos de ese siglo. El periodo de 1950 a 1973 ―denominado «Industrial Nations Golden Age» (la edad de oro de las naciones industriales)― es claramente el que muestra mejores tasas de crecimiento económico, más del doble que cualquier otro periodo de ese siglo.
  23. Por ejemplo, Johannes R. B. Rittershausen: «The Postwar West German Economic Transition: From Ordoliberalism to Keynesianism» (en inglés).
  24. Por ejemplo: Christopher S. Allen: «Ordo-liberalism trumps Keynesianism: Economic Policy in the Federal Republic of Germany and the E.U.» Archivado el 10 de enero de 2007 en Wayback Machine. (en inglés)
  25. Por ejemplo: Agnes Labrousse y Jean-Daniel Weisz (editores): Institutional Economics in France and Germany: German Ordoliberalism versus the French Regulation School (en inglés). Springer (Studies in Economic Ethics and Philosophy), diciembre de 2000. ISBN 3-540-67855-7; ISBN 978-3-540-67855-7
  26. Popper, Carl: «The History of our time: an optimist’s view», capítulo 19 del libro Proofs and Refutations (pág. 370). Routledge, 1963 (89) (en inglés en el original)
  27. Mishra: El Estado de bienestar en crisis. Madrid, MTAS, 1992, p 24
  28. Sanford Schram «Welfare discipline: discourse, governance, and globalization».
  29. George Will: «The Case for Conservatism».
  30. New Mexico State University: Conservative Ideology Archivado el 5 de febrero de 2007 en Wayback Machine.
  31. Por ejemplo, uno de los principales promotores de la Economía Social de Mercado, Ludwig Erhard dijo:
    Nosotros rechazamos el Estado benefactor de carácter socialista y la protección total y general del ciudadano, no solamente porque esta tutela, al parecer tan bien intencionada, crea unas dependencias tales que a la postre solo produce súbditos, pues forzosamente tiene que matar la libre mentalidad del ciudadano, sino también porque esta especie de autoenajenación, es decir, la renuncia a la responsabilidad humana, debe llevar, con la paralización de la voluntad individual de rendimiento, a un descenso del rendimiento económico del pueblo.
    Ludwig Erhard, en: Política económica de Alemania, Ediciones Omega, pag 208
  32. Michel Albert dijo:
    En las últimas páginas de sus memorias, Jean Monnet [...] escribió «La Comunidad Europea es solo un paso a la organización del mundo del futuro». Puede que esto suene arrogante, pero no lo es, porque no está basado en una ambición hegemónica, sino sobre una moral. La causa de la construcción de Europa es una cuestión ética. Solo cinco años después de la terminación del conflicto más terrible que se haya visto, los líderes franceses extendieron sus manos en amistad hacia Alemania. Desde entonces, la pareja franco-alemana ha estado en el centro de la Unión Europea. Una vez que se dio este ejemplo, las relaciones a veces difíciles de otros países [...] llegaron a ser menos tensas. [...] Europa es un lugar de cooperación. Se encuentran soluciones constructivas no tanto a través de la diplomacia, sino a través del esfuerzo común, [...] cooperación y aceptación de la ley no significa que se abandone la autonomía, pero significa que se ha entendido que alguna transferencia de la autonomía es necesaria para la convivencia pacífica, etc.
    Michel Albert, en
    «El valor internacional de la experiencia europea»
    (en inglés), ponencia a la Conferencia de Taipei
    de la Academia Sínica, septiembre de 2005.
  33. Ver, por ejemplo: Labrousse, Agnes; y Weisz, Jean-Daniel (editores): Institutional Economics in France and Germany: German Ordoliberalism versus the French Regulation School (Studies in Economic Ethics and Philosophy), en inglés. Springer, 2000. ISBN 3-540-67855-7; ISBN 978-3-540-67855-7.
  34. Hayek escribió Camino de servidumbre en 1944, aun antes que la implementación del Estado del bienestar. En ese libro Hayek sugiere que las tentativas de implementar «justicia social» llevarían inevitablemente a una dictadura: «Planificación conduce a la dictadura porque la dictadura es el instrumento más efectivo de coerción y de enforzamiento de ideales y, como tal, esencial para que la planificación en gran escala sea posible» (Hayek, op. cit). Sin embargo, Hayek también reconoce en esa obra que el Estado tiene derecho a ciertas intervenciones «sociales» siempre y cuando sean aplicadas a todos por igual y en el marco de favorecer el libre mercado.
    Obviamente, el funcionamiento de la competencia requiere, y depende, de condiciones que nunca pueden ser totalmente garantizadas por la empresa privada. La intervención estatal siempre es necesaria pero la planificación y la competencia solo pueden combinarse cuando se planifica para la competencia, no en contra de ella
    Hayek: Camino de servidumbre, capítulo III: «Individualismo y colectivismo».
  35. En su primera reunión con los que serían sus ministros de oposición, Thatcher declaró: «Esto es lo que creemos», al mismo tiempo que puso sobre la mesa una copia de Camino de servidumbre. Ver, por ejemplo: John Ranelagh: Thatcher's People: An Insider's Account of the Politics, the Power, and the Personalities. London: Harper Collins, 1991 (en inglés en el original).
  36. Es necesario notar que, a pesar de esa percepción general, Thatcher nunca se opuso directamente a este, dándolo más bien por establecido:
    Recordará Ud. que una de las cuatro grandes libertades de las declaraciones del tiempo de guerra del presidente Roosevelt era «libres de la necesidad». Desde entonces en el mundo occidental ha habido una serie de medidas designadas a dar mayor seguridad. Pienso que sería verdad decir que ya no hay una lucha por lograr una seguridad básica. Es más, tenemos una nueva generación completa cuya vida ha sido vivida contra el telón de fondo del Estado del bienestar.

    Thatcher centró sus ataques en ciertos aspectos, que ella percibía como debidos al socialismo ―específicamente la ineficiencia y los abusos del sistema de economía mixta―:

    Es nuestro deber cuidarnos y después también cuidar nuestro vecino y la vida es un asunto de reciprocidad y la gente tiene muy presente sus derechos sin las obligaciones, porque no hay tal cosa como derechos sin obligaciones, porque no hay tal cosa como un derecho a menos que alguien haya cumplido primero con una obligación.

    Ella incluía la tendencia a la dependencia que ―en su opinión― ese sistema habría engendrado en la población inglesa en general:

    Dependencia en el bienestar es mala para las familias y mala para quien paga impuestos. Hace menos necesario y menos ventajoso trabajar. La promoción de la cesantía lleva, como siempre hace, al crecimiento de vicios, irresponsabilidad y crimen. Los lazos que atan a la sociedad se debilitan.

    Alegaba incluso que los «servicios sociales» estaban mejor como consecuencia de sus reformas:

    La extraordinaria transformación del sector privado ha creado la riqueza para mejores servicios sociales y mejores pensiones ―le permite a los jubilados tener el doble de lo que tenían hace diez años para dejar a sus hijos―. Ya no somos el enfermo de Europa ―nuestra productividad e inversiones han crecido más rápidamente en los años ochenta que cualquiera de nuestros mayores competidores.
  37. Chris Patten ―quien fue uno de los políticos conservadores más importantes en el gobierno de Margaret Thatcher― escribe: “El Estado no desapareció bajo Thatcher... en los primeros nueve años bajo ella, el gasto público como proporción del PIB fue más alto que en los primeros nueve años bajo Blair y Brown.” en su revista critica (en inglés) del libro: Ill Fares the Land by Tony Judt. Consultado el 14 de abril de 2010.
  38. Hayek escribió Camino de servidumbre,como se ha notado, en 1944, aun antes de la implementación del Estado del bienestar. Posteriormente (en 1960) Hayek modificó su posición a “Hay buenas razones de por qué deberíamos tratar de usar cualquier organización política que tengamos a nuestra disposición para hacer provisiones para los débiles o los enfermos o para las víctimas de desastres imprevisibles. Puede que sea cierto que el método más efectivo de proveer contra ciertos riesgos comunes a todos los ciudadanos de un Estado es dar a todo ciudadano protección contra esos riesgos. El nivel al que tal provisión contra riesgos comunes se puede implementar, dependerá necesariamente de la riqueza general de la comunidad. (punto aparte) Es una materia totalmente diferente, sin embargo, sugerir que aquellos que son pobres, solamente en el sentido de que hay en esa misma comunidad aquellos que son más ricos, tienen un derecho a una parte de la riqueza de los últimos”, Hayek: “Los fundamentos de la libertad”. cap VI: Equality, Value, and Merit (en inglés en el original)]. De hecho, en ese libro Hayek va tan lejos como a sugerir que el poder político tiene el derecho de "garantizar un mínimo de ingresos a todo el mundo; distribuir el gasto público para tomar medidas cuando decaiga la inversión privada; restringir la venta de algunos bienes peligrosos, como las armas o las drogas, así como establecer regulaciones sanitarias y de seguridad"
  39. A. B. Atkinson: The Economic Consequences of Rolling Back the Welfare State
  40. Desmond S King: The State and social structures of welfare in advanced industrial democracies
  41. Paul Pierson: Dismantling the welfare state?: Reagan, Thatcher, and the politics of...
  42. a b Ver, por ejemplo Francis Wheen: How mumbo-jumbo conquered the world. Londres: Harper Perennial, 2004, capítulo 1 («The Voodoo Revolution»), pág. 18 y siguientes.
  43. Esta increíble propuesta se basaba en la famosa Curva de Laffer, de acuerdo a la cual si se reducen los impuestos, la gente producirá más y, consecuentemente, los ingresos fiscales aumentarán. La propuesta ha sido descrita por Wheen (op. cit), con el beneficio de la experiencia, como similar a la de la alquimia. El propio George H. W. Bush ―posteriormente vicepresidente de Reagan― la describió famosamente como “Economía del Vudú ” (ver, por ejemplo: Reagonomics or 'voodoo economics'?
  44. libertaddigitaltv «La administración Bush duplicará la deuda pública de Estados Unidos», video en el sitio web YouTube.
  45. «La deuda pública de Estados Unidos llega a su límite», artículo publicado en el sitio web El Blog Salmón.
  46. «El riesgo de impago de la deuda pública de Estados Unidos se multiplica por 25 en el último año», artículo en el sitio web Libertad Digital.
  47. Fondo Monetario Internacional: Capítulo quinto de “The World Economy in the Twentieth Century” (Mayo 2000), pág. 154 y siguientes.
  48. FMI: Global Prospects and Policies figura 1.17 (Real GDP trends Growth (percent) (p 29).
  49. Laurent, Éloi: «L’intérêt général dans l’Union européenne» Archivado el 28 de enero de 2012 en Wayback Machine., artículo en francés publicado en el sitio web Spire Sciences.
  50. Declaraciones de Angela Merkel
  51. Nótese que esto implica que los servicios que el Estado del bienestar ofrece son accesibles a todos los ciudadanos o habitantes, no solo a quienes sean considerados, por ejemplo, pobres.
  52. Por ejemplo, en Bienestar social y desarrollo de los derechos sociales: jornadas de estudio. se argumenta: «El compromiso del Estado es, en consecuencia, un pilar fundamental del bienestar que se asienta sobre los Derechos sociales».
  53. William Beveridge (1942): Social Insurance and Allied Services report
  54. [Este] es el informe final de un proyecto para conmemorar el centenario del Minority Report (‘informe de minoría’) de Beatrice Webb (1909) para la Comisión Real sobre la Ley de Pobres (resumen). El «informe de minoría» fue original en el estudio de las causas estructurales de la pobreza y no solo el comportamiento de los individuos y en ver la necesidad de prevenir la pobreza, no solo ofrecer un alivio a corto plazo. Por lo que abogó por la abolición de la Ley de los Pobres y las Casas de trabajo, transformándose así en la primera convocatoria a un Estado de bienestar universal como un derecho de ciudadanía.
    Tim Horton and James Gregory (2009), en The Solidarity Society p XV (Executive Summary)
  55. {{cita|La idea del Estado del bienestar, por lo general atribuido al New Deal de Roosevelt o al gobierno del Partido Laborista británico de 1944, fue en realidad invención de Beatrice Webb en esos años. Basándose en la sugerencia del economista Alfred Marshall, que «la causa de la pobreza es la pobreza», ella define el problema en términos absolutos en lugar de relativos, en un libro que escribió, junto con Sidney, llamado The Prevention of Destitution.|Nasar, Sylvia (2011), en «Webb, Churchill and the Birth of the Welfare State», artículo en inglés, publicado en el sitio web Bloomberg.
  56. Marshall, T. H. (1964): «Chapter 4: Citizenship and Social Class» (págs. 65-122), en Class, Citizenship, and Social Development: Essays by T.H. Marshall. Nueva York: Doubleday & Company, 1964.
  57. Jytte Klausen (1995): Social Rights Advocacy and State Building: T. H. Marshall in the Hands of Social Reformers
  58. John Holmwood (2000): Three Pillars of Welfare State Theory: T.H. Marshall, Karl Polanyi and Alva Myrdal in Defence of the National Welfare State Archivado el 3 de noviembre de 2016 en Wayback Machine.
  59. Así, por ejemplo, Leopoldo Vizcarra Ramírez sugiere: “Partiendo de que todos tenemos deberes que cumplir, de lo cual se derivarán los derechos”, en Otras Noticias: El Deber Social y Político)(documento pastoral chileno) Archivado el 16 de diciembre de 2009 en Wayback Machine.
  60. Hugo Chávez mencionó la conciencia del deber social y la propiedad social de los medios de producción como los dos elementos fundamentales del socialismo". en La conciencia del deber social y la propiedad social son elementos básicos del socialismo
  61. Por ejemplo, siguiendo a Aristóteles, Tomás de Aquino describía a la sociedad como un cambio mutuo de servicios encaminados a la vida buena o bien común basado en la razón que impone ciertas obligaciones: “El derecho es una ordenanza de la razón, establecida para el bien común por quien tiene a su cargo la comunidad y promulgada”. Para un análisis más detallado al respecto, ver José Trías Monge Teoría de adjudicación. Siguiendo esta interpretación, Luis Ugalde sugiere: “Uno de los problemas de fondo es que el Estado del bienestar antes de un derecho humano tiene que ser una posibilidad real de producción. Si se decreta como derecho y no se construye como producción real, se vuelve insostenible y conflictivo. Dicho de otra manera: No es posible el disfrute efectivo de derechos humanos si el “bienestar” no es precedido del “bienhacer” propio. Naturalmente para que hoy las personas, los pueblos y las naciones tengan verdadero bienhacer en la producción de su bienestar, es necesaria la solidaridad de otros para crear oportunidades y ello requiere una visión de ciudadanía universal con obligaciones mutuas y vasos comunicantes. Lo que obviamente no se puede lograr con el neoliberalismo”; en «Globalización, estado de bienestar y neoliberalismo». (enlace roto disponible en Internet Archive; véase el historial, la primera versión y la última).
  62. Para una descripción general de la problemática de esta visión, ver Dorando J. Michelini: Bien común y ética pública. Alcances y límites del concepto tradicional de bien común (enlace roto disponible en Internet Archive; véase el historial, la primera versión y la última)..
  63. Generalmente basado en alguna concepción religiosa o filosófica de Virtud. Ver, por ejemplo: Justicia (virtud); Caridad (virtud); Filantropía; Zakat; Altruismo, etc
  64. Por ejemplo, en el contrato social de Rousseau se incluye una cláusula que contiene la delegación absoluta de todos los derechos del individuo en favor de la sociedad. Con posterioridad a esto, cualquier derecho que un individuo tenga es uno concedido por la voluntad general. Ver: Julio Luis Martínez Martínez: "Consenso público" y moral social 2.2 Ante Rousseau y la "religión" civil. Por otra parte, la voluntad publica común se enlaza, en la concepción legal moderna, a los derechos, por ejemplo, la Corte Interamericana de Derechos Humanos concluye que “El requisito según el cual las leyes han de ser dictadas por razones de interés general significa que deben haber sido adoptadas en función del «bien común» (art. 32.2), concepto que ha de interpretarse como elemento integrante del orden público del Estado democrático, cuyo fin principal es «la protección de los derechos esenciales del hombre y la creación de circunstancias que le permitan progresar espiritual y materialmente y alcanzar la felicidad» (Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre [en adelante: Declaración Americana), Considerandos, párrafo 1). (Opinión Consultiva 6/86; 9 de mayo de 1986).” en Resúmenes de las Jurisprudencia del Sistema Americano de Protección a los Derechos Humanos
  65. Ver, por ejemplo: DECLARACIÓN AMERICANA DE LOS DERECHOS Y DEBERES DEL HOMBRE, part arts XI al XVI, XXVIII; XXXV (Deberes de asistencia y seguridad sociales.) y XXXVI, etc. Pero, por supuesto, cuando contemplamos este punto de vista encontramos una transición al punto siguiente: el propósito del Estado.
  66. Como se sugiere más arriba, esta posición se puede trazar ―con las debidas precauciones― a Aristóteles, para quien el propósito del organismo político era la felicidad o «vida buena» de los ciudadanos. Esta perspectiva fue transmitida ―a través de Tomás de Aquino, quien le dio un sentido cristiano― a los escolásticos, entre quienes Francisco Suárez argumenta que:
    La finalidad del poder público consiste en la realización del bonum commune. Este bienestar general comprende el orden, la justicia, la igualdad ante la ley.
  67. J. A. Doering en «Francisco Suárez (1548-1617) y Jean-Jacques Rousseau (1712-1778)», artículo publicado en el sitio web del Centro Cervantes (España).
  68. James Madison en El Federalista, n.º 45, 26 de enero de 1788.
  69. Friedrich Hayek tiene lo que se puede llamar una «versión restringida» de esta visión:
    Hay buenas razones de por qué deberíamos tratar de usar cualquier organización política que tengamos a nuestra disposición para hacer provisiones para los débiles o los enfermos o para las víctimas de desastres imprevisibles. Puede que sea cierto que el método más efectivo de proveer contra ciertos riesgos comunes a todos los ciudadanos de un Estado es dar a todo ciudadano protección contra esos riesgos. El nivel al que tal provisión contra riesgos comunes se puede implementar, dependerá necesariamente de la riqueza general de la comunidad. (punto aparte) Es una materia totalmente diferente, sin embargo, sugerir que aquellos que son pobres, solamente en el sentido de que hay en esa misma comunidad aquellos que son más ricos, tienen un derecho a una parte de la riqueza de los últimos.
    Friedrich Hayek: Los fundamentos de la libertad, capítulo VI: «Equality, value, and merit» (en inglés en el original).

    De hecho, en ese libro Hayek va tan lejos como para sugerir que el poder político tiene el derecho de «garantizar un mínimo de ingresos a todo el mundo; distribuir el gasto público para tomar medidas cuando decaiga la inversión privada; restringir la venta de algunos bienes peligrosos como las armas o las drogas, así como establecer regulaciones sanitarias y de seguridad».

  70. El gasto público social puede expresarse tanto en gastos de funcionamiento como en gastos de inversión. Por ejemplo, el pago del salario de un médico perteneciente a un hospital público constituye gasto de funcionamiento pero en tanto este profesional presta el servicio de salud y la salud hace parte del gasto público social, este será un gasto público social representado en un gasto de funcionamiento.
    «2. El gasto público social», artículo publicado en el sitio web de la Universidad de Antioquia.
  71. Se reconoce que la mejora de la seguridad y la salud en el trabajo tiene un impacto positivo sobre las condiciones laborales, la productividad y el desarrollo económico y social.
    Declaración en Seúl del XVIII Congreso Mundial sobre la Seguridad y la Salud en el Trabajo
  72. Los recursos que se canalizan hacia la educación a través del pago de profesores y hacia la salud no se pueden considerar «gasto» sino una «inversión» cuyos rendimientos, por difíciles de precisar que resulten, contribuyan a un mejoramiento significativo de las condiciones generales de equidad y productividad en el largo plazo.
  73. Por ejemplo, el mayor costo promedio (tanto para individuos como porcentaje del PIB desde el punto de vista comunal) en materias médicas entre los países de habla inglesa (incluyendo Canadá. Australia, Nueva Zelandia, etc.) es el de los Estados Unidos ―país en el cual la medicina no ha sido socializada―, mientras que al mismo tiempo ese país es el último (sexto) en lo relacionado con servicios médicos. Ver: The Commonwealth Fund: Mirror, Mirror on the Wall: An International Update on the Comparative Performance of American Health Care Archivado el 29 de marzo de 2009 en Wayback Machine. (en inglés en el original)
  74. Por ejemplo: en Estados Unidos en el 2007 hubo sobre 13 636 asesinatos (de los cuales 9146 fueron con armas de fuego). En Gran Bretaña la cifra es parecida, 600 y 40 asesinatos por año, respectivamente. Ver Gun crime statistics by US state - Esos crímenes, aparte del sufrimiento a las víctimas y sus familias, ocasionan costos económicos cuantificables, tales como las pérdidas de ingreso y producción tanto de las víctimas como de los perpetradores, gastos en prisiones, etc.
  75. Pague ahora, o pague aún más más adelante. Así es como los expertos en criminología describen las diferentes visiones acerca de cómo reducir la criminalidad. Podemos identificar los problemas sociales que incrementan los crímenes y gastar dinero en tratar de reducirlos. O podemos gastar dinero más adelante, y ―de acuerdo a la mayoría de las versiones, cantidades aún mayores― encarcelando a un creciente número de criminales agobiados por esos problemas sociales.
    Sandro Contenta y Jim Rankin
    (de la Escuela de Criminología de la Universidad Simon Fraser, de Canadá)
    en «Solving crime? Tackle the root causes first» (‘¿cómo resolver el delito? Primero ataque las causas en la raíz’).
  76. Por ejemplo, Richard Wilkinson y Kate Pickett, en una revisión de estudios (por ejemplo, nota siguiente) encuentran que los problemas comunes entre los menos ricos se acentúan en relación a la desigualdad de ingresos. Por ejemplo, más de cien estudios, en países incluyendo Estados Unidos, Rusia, China, Chile, etc., muestran que las tasas de homicidios son mayores y los niveles de salud son peores en sociedades más desiguales, no solo comparando países entre sí, sino también regiones dentro de los mismos países. Ver Richard Wilkinson y Kate Pickett (2009): The Spirit Level: Why More Equal Societies Almost Always Do Better. ISBN 1-84614-039-0 - ISBN 978-1-84614-039-6 - (Wilkinson, R y Pickett, K. (2009), “Desigualdad. Un análisis de la (in)felicidad colectiva”. Turner, Madrid.) Véase también la revisión de ese libro, realizada por Lynsey Hanley (2009): «The way we live now», y otra reseña Archivado el 13 de marzo de 2013 en Wayback Machine. en la Revista Española del Tercer Sector (mayo-agosto de 2010).
  77. Por ejemplo, David Stuckler y otros encontraron ―en un estudio llevado a cabo sobre datos de 26 países europeos desde 1970 hasta 2007― que por cada 1 % que el desempleo aumenta, los suicidios y homicidios se incrementan en 0.8 %, pero cuando el desempleo se incrementa en un 3 %, los suicidios se elevaron un 4.4 % y homicidios un 6 %. (Citado por “New Scientist” 11 de julio de 2009, p 6)
  78. Así, por ejemplo: la introducción a la Maestría en Evaluación Social de Proyectos de la Universidad Autónoma de Guadalajara (en México), dice:
    Dentro de la administración pública existe un vacío en términos de herramientas técnicas que permitan asignar eficientemente el gasto público, así como de indicadores que permitan dar prioridad a los proyectos y obras presupuestados. El presupuesto público y privado enfrenta cada vez mayores restricciones, mientras que las necesidades de bienes y servicios en la sociedad se desarrollan paralelamente al crecimiento poblacional, por lo que los rezagos en inversiones son cada vez mayores; y la justificación de obra pública parte solamente de elementos cualitativos no comparables. Los proyectos de infraestructura o servicios públicos deben ser analizados bajo un enfoque de rentabilidad social, ya que los criterios privados derivan en resultados erróneos, por lo que deben aplicarse metodologías específicas al estudiar la conveniencia de su ejecución, debido a que las distorsiones en el mercado de bienes y servicios provoca que los resultados no entreguen una respuesta adecuada; finalmente, no existe un sistema eficiente, continuo y permanente en la identificación de proyectos.
  79. Por ejemplo: Carlos H. Acuña: Notas sobre la metodología para comprender (y mejorar) la lógica político-institucional de las estrategias de reducción de la pobreza en América Latina
  80. Robinson, Andy (2012): «Un dato espeluznante y no es la prima de riesgo», artículo del 11 de octubre de 2012 en el diario La Vanguardia (México).
  81. Amartya Sen señala que «la economía moderna se empobreció en forma sustancial debido a la distancia que se ha abierto entre la ética y la economía», ya que, como consecuencia de ese divorcio, la ciencia económica ha tenido una visión estrecha de las motivaciones del comportamiento humano y del significado del desarrollo social.

    Uprimny alega que lo mismo se puede decir de la relación ley-economía.

  82. D Mitchell, 1991, Income transfers in ten welfare states, Avebury
  83. A. Briggs, 1961, The Welfare State in historical perspective, European Journal of Sociology
  84. P Flora, A Heidenheimer, 1982, The development of welfare states in Europe and America, Transaction Books.
  85. Alan Maynard (1985): Welfare: Who pays? (en In defence of Welfare P Bean, J Ferris, D Whynes, edt. Social Science Paperbacks, Tavistock, Londres)
  86. H Wilensky, 1975, The welfare state and equality, University of California Press.
  87. G Esping Andersen, 1990, The three worlds of welfare capitalism, Polity.
  88. Por ejemplo: R Mishra, 2000, Globalization and the welfare state, Macmillan.
  89. S Ringen, 1989, The possibility of politics, Clarendon Press.
  90. Ver también: J Dreze, A Sen, 1989, Hunger and public action, Clarendon Press.
  91. Sapir, A. (2005): Globalisation and the Reform of European Social Models, Bruegel, Bruselas. Accesible por internet en [1]
  92. Sapir, A. (2005): Globalisation and the Reform of European Social Models. Bruselas: Bruegel. Accesible por internet en [2]

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