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Interciencia

versión impresa ISSN 0378-1844

INCI v.27 n.2 Caracas feb. 2002

 

0378-1844/02/02/057-05

Recibido: 25/09/2001. Aceptado: 15/01/2002

EL PERIODISMO DEL TERCER MILENIO. PROBLEMAS DE LA DIVULGACIÓN CIENTÍFICA EN IBEROAMÉRICA

Manuel Calvo Hernando

PALABRAS CLAVE / Alfabetización Científica / Periodismo Científico / Divulgación Científica / Educación Popular /

Manuel Calvo Hernando. Doctor en Ciencias de la Información, Universidad de San Pablo, Madrid. Presidente de la Asociación Española de Periodismo Científico. Dirección: Ginzo de Lima 55, Madrid 28034, España. e-mail: calvo.m@apmadrid.es

 

Resumen

En nuestro tiempo han surgido unos profesionales de la información cuya misión es explicar al público el universo y hacer partícipe a la mayoría de los descubrimientos e investigación de esa minoría integrada por los hombres de ciencia. El periodismo científico constituye un instrumento para la democracia, porque facilita a gran número de personas poder seguir los avances del conocimiento. Por el momento, esta idea no ha llegado plenamente al público y ni siquiera a los políticos ni a los restantes dirigentes de nuestras sociedades.

La actualidad no se basa ya en la escueta información, sino en su vertiente explicativa y también en la difusión del conocimiento actual sobre la naturaleza, el pensamiento, la humanidad y los problemas del universo. En lo que se refiere al periodismo científico, las necesidades en América Latina son graves. Las poblaciones no satisfacen su derecho a ser informadas sobre los efectos tan decisivos para nuestra vida cotidiana y para el futuro de la humanidad. Los principales problemas de la divulgación científica en Iberoamérica se originan en la falta de ambiente popular de interés por el conocimiento. Nuestros países tienen pendiente una tarea masiva de educación popular en ciencia y tecnología, que empieza a preocupar en algunos casos a las altas instancias de la política, la cultura y la economía.

Summary

In our times information professionals whose mission is to explain the universe to the public and to make the majority participate of the discoveries and the research of that minority formed by men of science. Scientific journalism constitutes an instrument for democracy, as it allows a great number of people to follow the advances of knowledge. As of now, this idea has not fully reached the public, and not even polititians and other leaders of our societies.

The current state of affairs is not based anymore on punctual information, but on its explicative side and also on the diffusion of present knowledge about nature, thought, mankind and problems of the universe. Concerning scientific journalism the needs of Latin America are severe. People are not satisfied in their right to be informed about so decisive effects in our daily life and for the future of mankind. The main problems of science diffusion in Iberoamerica originate in the lack of an environment of popular interest for knowledge. A massive task of popular education in science and technology is still missing in our countries, and this begins to worry the high instances of politics, culture and the economy.

Resumo

A atualidade não se baseia em dogma de informação, e sim em sua vertente explicativa e também na difusão do conhecimento atual sobre a natureza, o pensamento, a humanidade os problemas do universo. No que se refere ao jornalismo científico, as necessidades na América Latina são graves. As populações não satisfazem seu direito a ser informadas sobre os efeitos tão decisivos para nossa vida diária e para o futuro da humanidade. Os principais problemas da divulgação científica em Ibero-américa se originam na falta de ambiente popular de interesse pelo conhecimento. Nossos países têm pendente uma tarefa massiva de educação popular em ciência e tecnologia, que começa a preocupar em alguns casos às altas instâncias da política, a cultura e a economia.

 

 

 

Abandonar a los físicos, los matemáticos y los filósofos a sí

mismos supone relegarlos definitivamente a los guetos de sus

especialidades, donde, desamparados e inadvertidos, quedarán

a merced de las incursiones de tecnócratas e ideólogos.

    Dürrenmatt

El siguiente silogismo, aunque técnicamente no lo parezca, sirve para resaltar que si la ciencia y la tecnología tienen una influencia creciente y decisiva en nuestra vida cotidiana, y si los medios de comunicación deben reflejar e informar sobre esta vida cotidiana, la conclusión sería clara: el periodismo científico está llamado a ser una de las estrellas informativas del milenio en el que acabamos de entrar, una de las especialidades informativas de nuestro tiempo más cargadas de contenido y... de emoción, porque comunican a todos los descubrimientos que están cambiando las vidas y la estructura social de una parte de la humanidad.

Pensemos un poco en los temas de actualidad que nos ofrece la ciencia. Ahora mismo la noticia, sensacional a mi juicio, de que solamente tenemos doble carga genética que una mosca... !Qué terrible para nuestro orgullo humano, después de que Copérnico destronara a la Tierra de su posición central en el universo y después de que, a principios del siglo XX, Shapley y Hubble nos expulsaran de cualquier posición privilegiada en el cosmos!

Esto se suma a los nuevos y espectaculares progresos sobre cosmología, nanotecnología y miniaturización en general, y a los avances prodigiosos en el transporte, la telecomunicación, la medicina y los nuevos materiales, que convierten a este tipo de informaciones en una sugestiva –y a veces divertida o escalofriante– caja de sorpresas.

Explicar el Universo

Gracias a los avances del conocimiento, muchos millones de personas viven en unos niveles de salud y bienestar que hace sólo un siglo, o menos aún, solamente podían ser alcanzados por los poderosos de la Tierra. Pero ni los conocimientos, ni la cultura, ni el bienestar, ni la riqueza, ni la información, están distribuidos equitativamente. La mitad de la población mundial vive todavía sometida a las antiguas y penosas servidumbres de la inseguridad, la pobreza y la ignorancia.

En el paradójico y fascinante contexto de nuestro tiempo, surgen unos profesionales de la información cuya misión, cercana a la utopía, es explicar el universo, que es -podría decirse- inexplicable. Cada día adquiere más fuerza la convicción de que los periodistas juegan un papel esencial en la comunicación al público de los avances de la ciencia. La democracia requiere que todo ciudadano ilustrado pueda conocer el estado de los conocimientos y de los desconocimientos, y también sus aspectos éticos.

Hacer partícipe a la mayoría de los descubrimientos de la minoría, en un ejercicio plenamente democrático, nos impone a los divulgadores, seamos periodistas o no, una serie de obligaciones, la primera de las cuales es tratar de crear una conciencia pública sobre el valor de la ciencia en nuestro tiempo. El periodismo científico es un instrumento para la democracia, porque facilita a todos el conocimiento para poder opinar sobre los avances de la ciencia, y compartir con los políticos y los científicos la capacidad de tomar decisiones en las graves cuestiones que el desarrollo científico y tecnológico nos plantea: el uso racional de los recursos naturales, el aprovechamiento no comercial de los resultados de la investigación privada, los problemas éticos y jurídicos que plantean el conocimiento del genoma humano, Internet y tantas otras conquistas científicas y tecnológicas de nuestro tiempo. En resumen, se trata de poner lo más noble del espíritu humano, el conocimiento, al servicio del individuo y de la sociedad, para evitar que se repita la historia y que el progreso beneficie exclusivamente a las minorías. El periodismo científico tiene la obligación social de hacer lo posible y lo imposible por que la ciencia y la tecnología no sirvan sólo para el enriquecimiento cultural y el beneficio práctico de algunas naciones o ciertas sociedades privilegiadas.

Por el momento, ni los políticos ni la generalidad de los docentes ni de los propietarios de los medios informativos tienen la sensibilidad de ver la divulgación de la ciencia y la tecnología como un reto de nuestro tiempo. No sé qué porcentaje de las universidades ofrecen la enseñanza del periodismo científico y ello me hace temer si nuestras facultades de Ciencias de la Información estarán preparando periodistas no para el siglo XXI sino para el siglo XIX.

Hay ejemplos de interés social por la divulgación en nuestra propia comunidad de naciones y concretamente en México, donde este tema está presente en todas las universidades del país, en el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, y hasta en los gobiernos de los Estados que constituyen la Unión Mexicana. Ellos hablan, con más propiedad que los países industrializados, de divulgación (la Universidad Nacional Autónoma de México tiene un servicio que no he visto en ningún otro país: una Dirección General de Divulgación de la Ciencia), pero la verdad es que la expresión "Periodismo Científico" está acuñada en las sociedades más desarrolladas y en los organismos internacionales y sería muy difícil cambiarla.

Las naciones de habla española y portuguesa deben abrirse lo antes posible a la divulgación del conocimiento, para que nuestro desarrollo sea verdadero e integral.

Desafíos del Siglo XXI

Un reciente libro de Edgar Morin (2000) está dedicado a la educación y la enseñanza a la vez. Estos dos términos, que coinciden, se diferencian también. "Educación" es poner en práctica los medios propios para asegurar la formación y el desarrollo. La enseñanza es el arte o acción de transmitir a un alumno unos conocimientos de modo que él los comprenda y asimile. Tiene un sentido más restrictivo, pues es sólo cognitiva. Existe una falta de adecuación cada vez más grande, profunda y grave –dice Morin– entre nuestros saberes discordes, troceados, encasillados en disciplinas, y por otra parte unas realidades o problemas cada vez más multidisciplinarios, multidimensionales, transnacionales, globales y planetarios.

Morin ofrece ejemplos de estas distorsiones. La ciencia económica se ha aislado de las demás dimensiones humanas y sociales que son inseparables de ella, y por esto es cada vez más incapaz de considerar lo que no es cuantificable, es decir, las pasiones y las necesidades humanas. De este modo, la economía es a la vez la ciencia más avanzada matemáticamente y la más atrasada humanamente. Hayek lo expresó así: "Nadie puede ser un gran economista si es sólo economista" y añadía que "un economista que sólo es economista, pasa a ser perjudicial y puede constituir un verdadero peligro". (Morin, 2000).

Detrás del desafío de lo global y lo complejo se esconde otro desafío, el de la expansión incontrolada del saber. El crecimiento ininterrumpido de los saberes edifica una gigantesca torre de Babel, donde susurran lenguajes discordantes. La torre nos domina porque no podemos dominar los conocimientos, ni siquiera los científicos profesionales.

Periodismo Científico en Iberoamérica

Estamos en la era científica y, por tanto, el reflejo de la ciencia y la tecnología en los medios informativos es, o debería ser, la Gran Noticia, la explicación diaria del Universo, el instrumento de participación de la gente en esta singular aventura de la especie humana que es el conocimiento científico. La actualidad ya no es sólo la escueta información, sino su vertiente explicativa, y también el pensamiento, el mundo, el hombre y sus contradicciones, los problemas que nos preocupan y a veces nos aterran, los hechos de la naturaleza que nos conmueven.

En lo que se refiere al periodismo científico, los problemas y las necesidades en América Latina son hoy más graves que nunca y nos parece que el periodismo científico no contribuye hoy a satisfacer las necesidades básicas de nuestros países, en orden a la educación permanente y a la participación de los pueblos en el quehacer científico y en la toma de decisiones. Por una parte, las poblaciones no satisfacen su derecho a ser informadas sobre aspectos tan decisivos para su vida cotidiana y para su futuro y el de sus descendientes. Por otra, faltan debates públicos sobre estos temas y una actitud crítica de los ciudadanos ante las prioridades en la inversión pública en ciencia y tecnología.

Los principales problemas del periodismo científico en los países de América Latina son la falta de ambiente popular hacia la investigación científica, como consecuencia de una educación humanística en los últimos siglos y de una ausencia de sensibilidad en las clases dirigentes; falta de interés de la mayoría de los medios de comunicación; dificultad de acceso a las fuentes; escasez de periodistas científicos; poca sensibilidad de los propietarios de las empresas periodísticas; en ciertos casos, falta de cooperación por parte de la comunidad científica o de sus organismos representativos; actuación incompleta sobre la población, ya que en la mayor parte de los países de América Latina una buena parte de los grupos sociales padecen todavía graves problemas de comunicación e información, especialmente en lo que se refiere a la prensa escrita.

No contribuye al fortalecimiento del periodismo científico en América Latina la situación-tipo de la investigación científica en la región, con pocas excepciones: grave dependencia en todos los órdenes, contratos "llave en mano", imposición a la población de artículos innecesarios (la célebre barredora de nieve para un país tropical), los contratos secretos, la prioridad del lucro del inversionista antes que la solución del problema correspondiente, la escasez de vocaciones científicas, la aceptación y respeto hacia el investigador, pero que sigue sin formar parte de la cultura de nuestros países, etc.

Ante esta situación, nuestras asociaciones nacionales trabajan con ilusión y eficacia en relación con esta especialidad informativa de nuestro tiempo. Con ello se alinean en el objetivo final de nuestros esfuerzos: que los años próximos resulten fecundos para el periodismo científico en todo el mundo.

Me permito insistir hoy aquí sobre un proyecto que el profesor Wilson da Costa Bueno (1982) presentó en São Paulo al IV Congreso Iberoamericano de Periodismo Científico y que yo ampliaría. Da Costa Bueno proponía recoger en un libro los trabajos periodísticos de José Reis. Yo propondría una edición antológica en uno o en varios libros, según la magnitud del proyecto y sus posibilidades de financiación, de los grandes divulgadores científicos de Iberoamérica: el propio Reis, el venezolano Arístides Bastidas, el chileno Arturo Aldunate Phillips, el colombiano Josué Muñoz-Quevedo, el mexicano Luis Estrada, el peruano Oscar Miró Quesada, y algunos otros (Calvo Hernando, 1999).

En nuestros países, las asociaciones de periodistas y divulgadores científicos desarrollan tareas sumamente eficaces, y donde no pueden hacerlo, por las razones que sean, actúan a título personal algunos de nuestros compañeros en la divulgación de la ciencia al público.

Sinceramente creo que tanto para lo positivo como para lo negativo, una parte de la situación actual se debe a la Asociación Iberoamericana de Periodismo Científico y a otras asociaciones e instituciones, y también al reducido pero selecto grupo de profesionales que en cada uno de los países se ha entregado con ilusión y esfuerzo a esta tarea singular de contar el universo al pueblo llano. Pero es evidente que todos estos esfuerzos son una gota de agua en relación con la magnitud de los problemas.

Es necesario también plantear los problemas pendientes sobre formación del periodista científico, acceso a las fuentes, actualización de vocabularios especializados, y por último, pero no por ello lo menos importante, sensibilizar a los medios para que cada uno de ellos cuente por lo menos con un periodista capaz de seguir la actualidad científica y tecnológica.

A estas razones habría que añadir otras, desde la dimensión americana. Me referiré aquí a una de ellas, expuesta por Arístides Bastidas: la urgencia de aportaciones del periodismo científico a "la lucha de nuestros pueblos por la autodeterminación tecnológica y, en consecuencia, por una economía emancipada del yugo de las grandes metrópolis". "La dependencia tecnológica -añadía Bastidas- es en buena parte la causa de nuestro subdesarrollo y de nuestras adversas condiciones socio-económicas que no sólo se reflejan en hambre y pobreza, sino también en el atraso cultural y en las interferencias de los poderosos en la soberanía de nuestras naciones". (Bastidas, 1974).

Para cumplir estos objetivos, nuestras sociedades necesitan a los intermediarios, los mediadores, los comunicadores especializados, los animadores culturales, y, por supuesto, los divulgadores y periodistas científicos.

El creciente número de investigadores, docentes, periodistas, escritores, museólogos y animadores culturales dedicados, profesionalmente o no, a las difusión de la cultura científica y técnica, supone una nueva movilización que no pasa inadvertida y que plantea problemas –algunos de difícil solución– basados en la ambigüedad de los conceptos y de los objetivos y en las contradicciones, las dificultades, los límites de su acción y también –algunos de nosotros podríamos ofrecer el testimonio de nuestra propia vida profesional– en la fragilidad y la provisionalidad de los resultados obtenidos (Rasse, 1991).

Nuestros países tienen pendiente una tarea masiva de educación popular en ciencia y tecnología, que en la ponencia en el I Congreso de Comunicación Social de la Ciencia recientemente (Calvo Hernando, 1999) me he permitido sugerir y proponer a las altas instancias de la educación, la ciencia y la comunicación. En España, el Consejo Superior de Investigaciones Científicos ha convocado a un grupo de personas e instituciones interesadas en el problema, con el propósito de diseñar un Plan Nacional de Divulgación de la Ciencia.

No podemos esperar varios decenios para acometer, aunque sea parcialmente, un plan de esta naturaleza. Hay que compensar cuanto antes los siglos que llevamos de retraso. La ciencia, la comunicación y la educación tienen en esta meta uno de sus grandes desafíos ante este III milenio en nuestras sociedades.

En la última década del siglo y del milenio, el periodismo científico de Iberoamérica ha dado pasos considerables, aunque todavía le quedan, como a todos nosotros, otros muchos que dar, y quizá los más importantes.

Los Nuevos Comunicadores

La obligación de quienes hemos elegido esta sugestiva y arriesgada especialización de divulgar la ciencia es transformar el periodismo, ese "privilegio extraordinario y terrible" de que habla Oriana Fallaci, en instrumento positivo y creador al servicio de la educación popular y del desarrollo integral del ser humano, en un sistema de ayudas para que el hombre de nuestra era aprenda a responder al más gigantesco e impresionante desafío de todos los tiempos, el desafío de la adaptación.

Las sociedades del tercer milenio van a necesitar un nuevo tipo de comunicador que sea capaz de valorar, analizar, comprender y explicar lo que está pasando y, dentro de lo posible, lo que puede pasar.

Para poder cumplir esta ingente y ambiciosa tarea, el periodista ha de pagar un gozoso precio: no puede ni debe dejar de aprender jamás. En la nueva sociedad en la que estamos entrando, basada en la información y en el conocimiento, este aprendizaje vitalicio será una necesidad para todos, pero para nosotros ya lo es.

Martín Redfern, periodista científico de la BBC de Londres, nos ha recordado la mejor razón de ser del periodismo científico: "Los periodistas son lo único que tiene el público para poder comprender un aspecto de las cosas". La responsabilidad que implica este hecho es preocupante y casi podría decirse que aterradora.

Habría que añadir que el funcionamiento de una democracia exige un mínimo de armonía y de comprensión entre la mayoría de los miembros de las sociedades. Esta doble condición no puede cumplirse si la divulgación, en cualquiera de las formas en que se realice, no conseguía modificar este retrógrado estado de espíritu que excluía la ciencia de la cultura general. Del mismo modo que se decía que "nadie estaba exceptuado de ignorar la ley", a mediados del siglo XX se recordaba que nadie debería ignorar la ciencia. Porque, como argumenta Pardal, si la primera afirmación no significa que todo hombre debería estar diplomado en derecho, tampoco toda persona tendría que ser diplomada en ciencias, sobre todo ahora que el conocimiento ha venido a ser el motor principal de nuestras sociedades, que domina la política internacional y amenaza nuestra vida y nuestros medios de existencia, y que, si es aplicada juiciosamente, puede prometernos una vida mejor.

Sin embargo, sigue existiendo la brecha que separa al hombre de ciencia y al gran público, y esta separación encierra riesgos para nuestra civilización y para la propia ciencia. Ello hace necesario desmitificar la ciencia humanizándola. Para cumplir este objetivo, la divulgación debe sacar partido a la estética –hoy diríamos al sentido periodístico– sin traicionar el rigor de la ciencia. Para Pardal, humanizar la ciencia es mostrar que detrás de una investigación o de un descubrimiento, hay no solamente ideas, sino seres humanos, que no suelen ser héroes inaccesibles, sino que viven como todo el mundo, que podemos encontrarlos en la calle, en un número de teléfono y hoy en una dirección electrónica (Pardal, sf).

Renunciar a emprender esta desmitificación supondría confirmar la creencia popular de que la ciencia está hecha por superhombres. Desmitificar no supone, en el pensamiento de Pardal, renunciar a estudiar ninguna de las disciplinas científicas, incluso aquellas que, al aplicarse, son susceptibles de utilizarse con fines negativos. "Todas las disciplinas científicas pueden engendrar tanto milagros como catástrofes". Es la sabiduría del ser humano y de la sociedad la que tiene la obligación de evitar sus efectos perniciosos, tanto en la energía nuclear como en los automóviles.

La Alfabetización Científica

En uno de los capítulos del estudio La popularización de la ciencia y la tecnología. Reflexiones básicas (Prewitt, 1997) se aborda con lucidez y profundidad el problema del analfabetismo científico. Para Kenneth Prewitt, desde la perspectiva de la práctica democrática la noción de alfabetismo científico no comienza con la ciencia misma, sino más bien en la interacción entre ciencia y sociedad. Proteger la democracia exige la elaboración de las cuestiones públicas, incluso las que tienen un contenido científico y técnico, de forma que sean accesibles al no especialista, es decir, al público.

Los ciudadanos que no pueden, por falta de formación para ello, apreciar los méritos y probabilidades de los pronósticos que se basan en la ciencia han sido privados de una parte de control sobre su futuro, igual que si no se dieran cuenta de las idas y venidas de los regímenes políticos y las ideologías. Esto es importante, por lo que se ha llamado el principio "agridulce" del cambio tecnológico. Innovar tecnológicamente no es sólo ofrecer nuevos beneficios sociales, sino que es también imponer costos sociales. Los cambios tecnológicos benefician a individuos y sociedades, pero también pueden causar perjuicios. En los sistemas interdependientes –y los de la humanidad lo son cada vez más– no parece posible manejar un gran componente sin perturbar otros.

Todo esto implica la necesidad, cada día más urgente, de trabajar para que el público pueda tener una comprensión sobre las ciencias. Las últimas décadas del siglo XX y las primeras del siglo XXI plantean un conjunto de desafíos. El gran público se enfrenta cada vez con mayor intensidad con temas que están en el ámbito político y que han sido modelados por procesos técnicos que solamente pueden entender los expertos. La comprensión del público plantea problemas como confianza en la ciencia, disposición para financiar investigación básica, y apreciación de las condiciones en las que se practica la ciencia.

Para Robert M. Hazen y James Trefil (Hazen y Trefil, 1997) el alfabetismo científico constituye el conocimiento que necesitamos para comprender temas públicos y es una mezcla de hechos, vocabulario, conceptos, historia y filosofía. Si usted puede comprender las noticias de los titulares sobre la ingeniería genética y del agujero en la capa de ozono, usted está alfabetizado desde el punto de vista de las ciencias. Quienes insisten en que todos deben comprender la ciencia con profundidad están confundiendo dos aspectos importantes pero independientes del conocimiento científico.

No hay necesidad de que el ciudadano medio pueda hacer lo que hacen los científicos. Pero el hecho de que usted no tenga que saber cómo diseñar un avión no cambia el hecho de que usted vive en un mundo donde los aviones existen y el mundo es diferente debido a ellos. De la misma manera, los avances en campos como la microelectrónica y la ingeniería molecular afectarán a nuestra vida en diversos sentidos, y es necesario, por ello, que cada uno de nosotros tengamos un bagaje suficiente de conocimientos para comprender cómo pueden ocurrir estos cambios y cuáles son las consecuencias para todos. Esto nos permitirá participar en el debate nacional sobre todo ello.

Para una Adecuada Información del Conocimiento

En el documento final sobre "La Comunicación Pública de la Ciencia" el director del encuentro, Miguel Angel Garrido (1998), recordó que se detecta un aumento progresivo en las demandas que la sociedad formula sobre conocimiento científico y técnico. Para llevar a cabo una más adecuada información pública de la ciencia, es necesario tener en cuenta lo siguiente:

1. La demostración científica no tiene un valor absoluto, sino que ha de ser entendida, como cualquier otro discurso, dentro de un contexto y una situación.

2. Es necesario elaborar más y mejores elencos de vocabulario científico y técnico.

3. Hay que estimular a los científicos para que haga cada vez más que sean capaces de proferir tanto el lenguaje de la ciencia como el de la divulgación científica, que son discursos distintos.

4. Para el caso de aquellos científicos que no quieran o no sepan hacerlo, hay que propiciar la existencia de mediadores capaces de traducir de un discurso a otro.

5. Por lo demás, el informador debe acercarse al campo de la ciencia como a cualquier otro: con honradez, rigor y la máxima competencia posible. Para hablar sobre ciencia se posee el mismo instrumento que para hablar de cualquier otra cosa: la lengua común.

6. Hay que desmitificar la ciencia: no es una panacea para los problemas del ser humano ni una religión. Como todo instrumento, se puede emplear para el bien o para el mal.

7. Se debe hacer propaganda de la ciencia: expande los límites del conocimiento humano y proporciona bienestar.

8. Las ciencias y las humanidades forman parte de la cultura: no es aceptable una ciencia sin humanismo, ni lo son unas humanidades al margen de la ciencia.

Para Julián Betancourt, secretario ejecutivo de la Red Pop, de la UNESCO, la difusión o, mejor, la comunicación de la ciencia, es una forma particular de mediación cultural, una empresa cultural, y modificar la cultura científica de un país puede significar que grandes masas de la sociedad tengan acceso a los logros y beneficios de la ciencia y la tecnología e involucra grandes esfuerzos a diferentes niveles. No se trata sólo de una utilización instrumental de la ciencia y la tecnología, sino de que la cultura base del país tenga elementos de la ciencia integrados al acervo cultural de las gentes, a sus necesidades de salud, vivienda, educación y bienestar.

El goce del conocer, la libertad de dudar, pensar y realizar cosas, deben estar presentes implícita o explícitamente en los programas de comunicación que se diseñen, ya que son valores fundamentales de la cultura de la ciencia y comunican una imagen diferente a otras que desnaturalizan la ciencia. Es lo que hoy empieza a llamarse "apropiación" de la ciencia y la tecnología.

En el Informe conjunto de la Misión de Ciencia, Educación y Desarrollo (1995) se entiende por educación no solamente los procesos que ocurren en las aulas del sistema escolar, sino todas las actividades y fenómenos que se dan en el sistema educativo, más amplio que el escolar, y por fuera de estos sistemas, principalmente en la familia, el vecindario, y a través de los medios de comunicación, entre los cuales la televisión parece ocupar el lugar preponderante en la formación de valores y actitudes y aun en la transmisión de información.

A largo plazo, la popularización de la ciencia y la tecnología, como toda actividad sociocultural, necesariamente debe tener un gran impacto en el desarrollo económico y social de los países, y poner el mayor interés debe estar centrado en los aspectos siguientes, a juicio del ingeniero Eduardo Martínez (1997), del programa de ciencias básicas de la Oficina Regional de Ciencia y Tecnología para América Latina y el Caribe, de la UNESCO:

- El desarrollo sostenible de la nación, y el bienestar y la calidad de vida de la población.

- La conservación del medio ambiente.

- El conocimiento y fortalecimiento de la cultura nacional.

- La transmisión de los más elevados valores éticos.

- Una educación objetiva, creativa, participativa, independiente, imparcial, plural y laica.

- La conciencia y la práctica de la excelencia.

Para concluir, recordemos que la información científica dirigida al público permite a una sociedad estar actualizada en la más grandiosa aventura de la especie humana en este siglo, que es la extensión del conocimiento. Teniendo en cuenta que la ciencia es –o debe ser- parte de la cultura, y que está empezando a ser superada la dicotomía de las dos culturas, el público tiene derecho a estar informado sobre los avances de la ciencia y la tecnología, no sólo por lo que ellos significan para el conocimiento integral sino porque dan lugar a un mejoramiento de la calidad de vida. La divulgación de la ciencia en los medios informativos es una práctica democrática, porque ofrece a las mayorías el conocimiento de las minorías, en el ejercicio de la más exigente y compleja democracia, la democracia de la cultura.

REFERENCIAS

Bastidas A (1974) Los conflictos del periodismo científico. Memoria del Primer Congreso Iberoamericano de Periodismo Científico. Caracas. 565 pp.

Calvo Hernando M (1999) Líneas generales de un programa de difusión de la ciencia al público I Congreso de Comunicación Social de la Ciencia. Granada. 17 pp.

da Costa Bueno W (1982) Projeto José Reis: Resgatando a memoria do jornalismo científico no Brasil. 4º Congreso Iberoamericano de Jornalismo Científico. São Paulo, Brasil. 611 pp.

Garrido MA (1998) Documento Final del Encuentro La comunicación Pública de la Ciencia. Universidad Internacional Menéndez Pelayo, Santander, España. 2 pp.

Hazen RM, Trefil J (1997) Analfabetismo científico y teoría democrática. En Martínez E, Flores J (Comps.) La popularización de la ciencia y la tecnología en América Latina y el Caribe. UNESCO, Red Pop y Fondo de Cultura Económica, México D.F.        [ Links ]

Martínez E, Flores J (1997) La popularización de la ciencia y la tecnología en América Latina y el Caribe. UNESCO, Red Pop y Fondo de Cultura Económica, México D.F. 198 pp.

Misión de Ciencia, Educación y Desarrollo (1995) Colombia: al filo de la oportunidad. Informe conjunto. Bogotá, 1995. 179 pp.

Morin, Edgar (2000): La mente bien ordenada, Seix Barral, Barcelona.

Pardal J (sf) La vulgarisation des sciences par l’écrit. Consejo de Europa. 111pp.

Prewitt K (1997) Analfabetismo científico y teoría democrática. En Martínez E, Flores J (Comps.) La popularización de la ciencia y la tecnología en América Latina y el Caribe. UNESCO, Red Pop y Fondo de Cultura Económica, México D.F.        [ Links ]

Rasse P (1991) Le regard de l‘antropologie sur les realisations de culture et de communication scientifique et technique. Conferencia Internacional CPCT. Madrid.